¿Te suena la frase? ¿Cuántas veces has oído o leído en los medios que tal o cual producto es natural? ¿Cuántas veces has oído a tus amigos o vecinos decir que están tomando unas pastillas pero que son naturales, que están hechas de plantas?
Como si existiesen las cosas artificiales… Observa que todo cuanto nos rodea, todo cuanto comemos, bebemos o respiramos es natural. ¿La razón? Muy simple, todo viene de la tierra, del mar o del aire. Todo está en la naturaleza. ¡Por eso es natural!
Pero en la naturaleza existen multitud de cosas que son venenosas, peligrosas o contaminantes. El plomo, el arsénico, el cianuro y miles de metales y productos químicos existen en la naturaleza desde que el mundo es mundo, no han venido de Marte y son, por tanto, «productos naturales», pero tienen la particularidad de que pueden matar a los seres humanos y a los animales. Muchísimos productos naturales en su estado puro, sin manipulación ni alteración alguna, son altamente nocivos, como por ejemplo el veneno de ciertas serpientes, peces o insectos.
No existe nada que sea 100% bueno ni malo, tan solo es cuestión de grado.
Creemos que el agua es H2O, pero eso es una teoría, en la naturaleza no existe tal sustancia. El agua es el disolvente natural por excelencia, cualquier cosa que entre en contacto con ella será, irremediablemente, disuelta. Es solo cuestión de tiempo.
El mar contiene altas densidades de sales que han sido disueltas e incorporadas al agua. El agua mineral contiene también elementos minerales y sales que se han incorporado durante el proceso de filtración en la tierra hasta su salida en un manantial. Es buena para los seres vivos, pero lleva minerales y sales. Independientemente de eso, puede estar contaminada por cualquier fuente, bacteria, o por la manipulación humana, ya sea intencionada o accidental.
Por tanto, hay plantas que curan y hay plantas que matan, es una cuestión del grado de contenido del principio activo o destructivo. El organismo necesita sales, pero en exceso son perjudiciales y generan enfermedades y problemas.
Entonces, ¿por qué hay tanta gente que cree que lo natural es bueno?
O mejor aún, ¿Por qué una persona que está tomando pastillas -cuyo contenido no puede ver o ni tan solo entender su composición- cree en sus bondades por la simple razón de que alguien haya escrito en la caja que es un producto natural?
Pues es muy sencillo, es una simple cuestión de creencias. La gente cree lo que le interesa creer, aquellas cosas que van en la dirección de sus necesidades, deseos o soluciones a sus problemas. Así es como funcionamos los humanos. En mi opinión, la racionalidad no existe. Entendemos como racional o de sentido común a aquellas cosas que «cuadran» con nuestras creencias, así es como otorgamos el título de verdad, razonable, creíble o cierto a las cosas.
Remedios milagrosos, pastillas que adelgazan sin ningún esfuerzo y sin dejar de comer, aprender idiomas mientras duermes, perfumes y desodorantes que te harán irresistible, o trucos de 5€ que te harán millonario, siguen vendiéndose «como churros» en tiendas o en internet. Estamos dispuestos a creer cualquier cosa que queramos o necesitemos creer.
Una persona con una enfermedad grave, que ha sido desahuciada por la ciencia médica y que por pura lógica no está dispuesta a rendirse, ante una ausencia de alternativas, estará dispuesta a aferrarse a cualquier clavo ardiendo, a intentar «lo que sea». Terreno abonado para medicinas alternativas, gurús, curanderos, santones, o cualquier cosa que le ofrezca una esperanza, por tenue que esta sea. Quiero aclarar que esto no es una crítica ni ningún juicio a nada ni a nadie, que cada uno crea lo que quiera. Tan solo deseo destacar aquí el cambio de creencias, la apertura de mente que una persona puede experimentar cuando necesita creer en algo o en alguien.
Aún sonrío cuando recuerdo cierto episodio que observé en la cafetería de una autopista cuando paré a tomar algo. Entró en el bar una pareja de mediana edad, y la señora, tras observar el expositor, puso su vista en un gran bizcocho, enorme, y le preguntó al camarero si el bizcocho era «casero». No recuerdo con precisión la respuesta, pero el camarero, como buen vendedor de su producto, respondió con algo que facilitara los deseos de la señora de comerse el producto por el que estaba francamente interesada. Y claro, lo compró y lo comió.
Por alguna razón observé el proceso, reflexioné y me pregunté ¿Qué significa «casero»? ¿Pensará que alguna abuelita lo ha hecho con la receta de su madre? ¿Pensará que el camarero lo ha hecho en su casa y lo ha traído al bar por la mañana? Por supuesto que no, salvo lo que haces tú mismo en tu casa, nada es casero, todo es industrial, independientemente del tamaño de la industria o de la composición del producto.
Lo que ocurre es que, en nuestro sistema de creencias, palabras como «natural», «casero» o «de pueblo» se conectan a creencias internas que tienen el significado de «auténtico», «sano» o «beneficioso». También nos conectan con nuestra infancia, cuando las cosas eran simples, sencillas, buenas y auténticas. Imágenes, olores y gustos que viven en nuestro inconsciente tienen pleno significado para nosotros y nos sirven de guía para reconocer y evaluar las cosas.
Sucede que mucha gente sabe estas cosas y las utiliza. Especialmente quienes viven del mundo del marketing y la publicidad.
Ahora, si te apetece, añade palabras típicas y tópicas como: ecológico, BIO, light, sin… o, 0% y ya está. Vuelvo a decir que no es mi deseo criticar ni juzgar, sino el de aportar conciencia a tus creencias. ¿A qué eres tú sensible?, ¿cuál de ellas te impulsa o determina tus preferencias?
Quiero que te des cuenta de que lo que crees determina lo que haces, y lo que haces, determina tus resultados en la vida. Y tus resultados, lo que obtienes de la vida, determina cómo te sientes, cómo te declaras en tu vida y ante la vida. ¿Eres feliz?, ¿te va bien?, ¿estás contento? Pues todo eso lo determinan tus creencias.
La pregunta clave es ¿te va bien, o te va mal?
Y la que le sigue es ¿quieres continuar igual, o deseas hacer cambios en tu vida?
Si es así, aquí tienes algunas pistas y herramientas:
- Si quieres mejorar, si quieres entender el porqué de las cosas, debes entender primero cómo funciona tu mente, cómo se han ido configurando tus creencias.
- Si además de entender el por qué, deseas entender tus comportamientos, por qué piensas una cosa, pero acabas haciendo otra o cediendo a ciertas presiones o peticiones de terceros, debes entender tus patrones de conducta, cómo estás funcionando y por qué.
- Y si finalmente deseas pasar a la acción, si quieres cambiar alguna de las creencias que te perjudican o limitan, debes reprogramar tu mente.
En definitiva, podemos afirmar que la realidad no existe, existe «tu realidad», la que tú creas día a día mediante lo que haces en función de lo que crees. Y si quieres ir directo al grano, hacer que tus procesos y creencias cambien todo a la vez, lo mejor que puedes hacer es poner metas en tu vida. Está demostrado que las metas son la mejor herramienta para crecer y desarrollarse en todas las áreas de la vida.
¿Estás de acuerdo? ¿Estás en desacuerdo? ¿Quieres decir aportar algo? Puedes escribir abajo lo que piensas.
1 comentario en “Cien por cien natural”
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