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New Deal - 56 - Caer en los viejos hábitos

Caer en los viejos hábitos

Nos puede el cuerpo

¿Tú también te has «metido» algunos kilos estas vacaciones? Pues bienvenido, o bienvenida, a la mayoría de mis amigos y a mí también nos ha pasado.

Y no es que no estemos avisados, nos pasa todos los veranos, pero ni así. Y tampoco es que seamos tontos, sabíamos que ocurriría y lo hemos permitido. Aunque, francamente, creíamos que la cosa no sería para tanto, pero lo ha sido. Cada año nos pasa y cada año nos empeñamos en creer que éste, no pasará. Señor, señor…

Y la verdad, no podemos echarle la culpa al calor, el calor no engorda. Ni tampoco a las vacaciones, las vacaciones tampoco engordan. Sobre todo, si las dedicas a hacer actividad deportiva, a nadar o a subir montañas.

Entonces, ¿qué ocurre?, ¿estamos locos? Un amigo mío dice que «nos relajamos» pero yo no lo tengo tan claro. Bueno, que lo hacemos sí, de eso no hay duda, nos relajamos, pero no acabo de encontrar la razón primaria, es decir, por qué hacemos lo que hacemos a sabiendas de que ocurrirá lo que ocurrirá.

Si pensamos un poco, llevamos meses cuidándonos: gimnasio, o correr un poco o un mucho, verduritas y plancha… y de repente ¡zas!, lo echamos todo por la borda. Es como si hubiésemos estado esperando a que alguien abriese la puerta, a que se acabase la veda, o a qué se yo.

Pero sí, nos relajamos. Y ese libro que nos llevamos de vacaciones, vuelve sin haber sido leído. Pero hemos tenido tiempo para dormir la siesta (faltaría más), de visitar unas cuantas terrazas, de tomar unas cuantas cañas, y nos hemos pedido alguna que otra de «bravas» de más. Y es que, «pa cuatro días…»

Y ahora, a la vuelta, nos esperan todos los anuncios del mundo de adelgazantes, de deportes y gimnasios, de comidas light y bebidas «cero-cero», de yogurts «milagro», de cremas maravillosas y de pastillas naturales.

Saben que casi todos hemos «pecado» y, lo peor, saben que nosotros lo sabemos. Y que estamos arrepentidos de ello y tenemos espíritu de contrición, de arreglarlo, y de cumplir la penitencia. Estamos marcados por la culpa, nos lo muestra el espejo cada día.

Pero no te vayas a creer que esto es algo nuevo, ni algo que sea de esta época moderna, ha existido siempre. Mira si no, lo que escribió Jorge Manrique en el siglo XV: «…cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor…» que viene a decir, en castellano moderno, que el placer dura lo que dura, un instante, pero que tras ser consumido (acordado) viene el arrepentimiento y el dolor… ¡y esos malditos kilos que nos van a hacer sudar lo nuestro para sacárnoslos de encima!

También nos esperan todas las colecciones del mundo, cada vez más increíbles. Por alguna razón, el parón estival, o mejor dicho los innumerables pecadillos cometidos en él, nos llevan a cumplir la penitencia autoimpuesta, a comprarnos más libros que engrosarán nuestra «pila particular» y a desempolvar las viejas aficiones que tenemos enterradas bajo capas de polvo.

Ellos lo saben, nos conocen bien, somos predecibles, nos esperan, y nos bombardearán, como siempre. Y nosotros, por nuestra parte, cumpliremos con nuestro papel. Nos apuntaremos al gimnasio, saldremos a correr, nos pondremos a dieta y compraremos todos los productos milagrosos que anuncian por la tele «y que nos va a ir tan bien y sin esfuerzo».

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Me pregunto ¿quién es el culpable de todo esto? Porque dos cosas están muy claras: (1) yo no soy responsable de mis actos (tengo derecho a bla, bla, bla, me lo merezco) y (2) alguien tiene que pagar, siempre es necesario un culpable, alguien a quien señalar y hacer responsable. Y el punto 1 dice que ese no soy yo. Ummm, no sé yo si esta vez el gobierno o la crisis… están un poco gastados ya, necesito alternativas nuevas.

Pero la verdad es que esta vez no hemos sido nosotros, ha sido nuestro cuerpo. ¿Qué no me crees? Pues créelo, el cuerpo tiene una conciencia propia, unas necesidades. Y unas maneras sutiles y certeras de llevarnos a donde quiere, para que hagamos lo que él quiere o necesita.

Y para ello utiliza unas estrategias infalibles y largamente probadas, los hábitos, los viejos hábitos. Creíamos que los habíamos eliminado, pero es falso, los hábitos no pueden eliminarse, siempre permanecen con nosotros. Son como esos virus «latentes» que pueden permanecer desactivados durante años pero que, un día, cuando somos vulnerables, de repente nos atacan. Así es como actúan.

Los viejos hábitos son perfectamente capaces de sacar lo peor de nosotros mismos. O lo mejor, según algunos. Hacen que volvamos a caer en el pozo del que tanto nos costó salir, en el surco, y nos proporcionan ese placer momentáneo y ese arrepentimiento inmediatamente posterior. Pero no los dominamos, nos puede el cuerpo, es más poderoso que la mente y que la mejor de nuestras intenciones.

Y ahora, la pregunta: ¿volveremos a recuperar los buenos hábitos?

Lo cierto es que no hay hábitos buenos ni malos. Lo que es bueno o malo son las consecuencias de nuestros hábitos, lo que nos beneficia o nos perjudica. Unas bravas y unas cañas, no matan a nadie. Un exceso de peso, acompañado de tabaco, alcohol y de sedentarismo, sí mata.

Supongo que tú, como yo, en estas fechas te estás debatiendo, poco más o poco menos, en estas tesituras. Pues te diré que, «depende». Lo normal es recuperar los buenos hábitos como consecuencia de esa conciencia y de retornar a las rutinas, al trabajo, a los horarios y a la «vida normal». Pero en cualquier caso depende del equilibrio que encuentres entre el placer que te proporciona un mal hábito y el dolor o el pesar que te acarrea. Tú mismo.

Si te apetece, si estás dispuesto a intentarlo (perdón borra esa palabra, se me ha escapado, había olvidado que «intentarlo» es sinónimo de fracasar).

Te doy algunas prescripciones sencillas que a mí me funcionan:
  • Concreta los hábitos que quieres abandonar (mejor los que quieres adquirir que son los contrarios, pero en positivo. Créeme funciona mejor así, al cerebro le cuesta entender beneficios negativos, y no los procesa.)
  • Fija una fecha concreta de inicio, no lo dejes para «más adelante» ese día no está en el calendario.
  • Marca en el calendario o en tu agenda, cada día que cumples el hábito. Eso te dará fuerzas y motivación para seguir.
  • Ponte metas sencillas. En lugar de «apuntarme al gimnasio», ponte la meta de ir dos veces por semana. O mejor aún, en lugar de «ir a correr» fija la distancia que te comprometes a recorrer cada vez. Créeme aquí también, el cerebro y el cuerpo se comportan diferente si saben que vas «a correr» (te cansas en dos minutos) que si saben que vas a correr 5 Km. Y el resultado final es enormemente diferente. Fracasar o triunfar. Así de claro.
  • Y los mismos hábitos y metas con la comida. Nada de ambigüedades, metas concretas que se puedan pesar y medir.

Welcome to de real world!, como dicen en Matrix.

¿Te ha gustado, tú también eres un pecador? ¿Quieres dejar alguna aportación? Pues confiesa, pecador, escribe abajo 🙂


Foto: Craig Sunter / Flickr

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Fermín Lorente

Fermín Lorente

Experto en mejorar RESULTADOS EMPRESARIALES. Formador en organización empresarial y en liderazgo. Fundador de New Deal.

1 comentario en “Caer en los viejos hábitos”

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