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La eterna lucha entre el corazón y la cabeza

Somos esclavos de nuestra actitud y de nuestros patrones de comportamiento inconscientes.

¿Conoces a alguien que te promete alguna cosa pero que nunca, o casi nunca, lo cumple? ¿Qué les pasa a estas personas? Generalmente asumimos que son poco serios, informales, poco de fiar, superficiales, o incluso mentirosos. Pero en realidad no lo son, al menos en el momento de hacer la promesa.

Cuando se comprometen suelen ser sinceros, realmente creen que lo harán. Han tomado una decisión basada en sus emociones y están seguros de que cumplirán, son honestos. Pero la cabeza, o mejor una parte de la mente, no siempre está de acuerdo con esas decisiones, y se encarga de sabotear el cumplimento. Y casi siempre lo logra.

Ahora sabemos que las mejores decisiones las toma el corazón, que es «holístico»; es decir, que ve las cosas con una perspectiva muy amplia (tanto en el espacio como en el tiempo) y que atiende a sistemas y procesos de decisión que elabora en un instante pero que son realmente complejos. Maneja de forma simple y automática infinidad de procesos y protocolos que se conjugan entre ellos en la elaboración de la respuesta «correcta» (entran en juego valores, creencias, procesos automatizados o líneas de pensamiento, hábitos, y algunos otros procesos más que afectan a la conducta) ¿Te suena eso de las corazonadas?

¿Y la cabeza? Eso ya es otra cosa. Para empezar, diremos que el cerebro no es tan lógico ni racional como habitualmente se cree, de ahí que el sentido común sea el menos común de los sentidos. Si dejamos de lado las complejidades que entraña, sobre todo en su morfología y conexiones neuronales, para centrarnos en su comportamiento y en los porqués de ciertas cosas, hemos de entender que tenemos, por así decirlo y simplificándolo, «dos mentes», la consciente y la inconsciente.

La mente consciente, lógica o racional, al parecer pinta bastante menos de lo que la gente cree, siendo nuestra mente inconsciente la que de verdad dirige nuestras vidas. Si aceptamos esto, si tomamos consciencia de que la mayor parte de nuestras decisiones no son conscientes, ni mucho menos racionales, más vale que sepamos cómo funciona, o mejor dicho, cómo se comporta, y cómo nos afecta su comportamiento.

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Veamos algunos aspectos probados y comprobados sobre la mente, que deberíamos tener en cuenta para entender lo que sucede en el comportamiento de las personas:

  1. La mente no actúa en procesos que no puede «ver». La mente procesa imágenes. Las cosas genéricas o ambiguas, no las puede ejecutar. Por ejemplo, no puede entender «hacer deporte» porque no lo ve, no tiene esa foto en su archivo. Si te visualizas a ti mismo, podrás verte nadando, montando en bicicleta, o corriendo, es decir, haciendo algo específico, pero no podrás verte «haciendo deporte». Lo mismo ocurre para los que dicen que «quieren gestionar el tiempo» o que «desean organizarse». Es poco probable que lo logren, la mente no entiende cosas tan ambiguas, no sabe lo que se le pide en concreto, no sabe cómo hacerlo porque nunca antes lo ha hecho. La mente es como un ordenador, si no puede procesar información clara y pequeña, se bloquea, se desconecta, se inhibe. Y pasa inmediatamente a pensar en otra cosa. Cuando no lo ve claro, no actúa. ¿quién se pone a caminar en la oscuridad y sin dirección? En resumen, no puedes lograr o hacer lo que no puedes ver con toda claridad.
  2. La mente rechaza las cosas grandes. Las cosas grandes la bloquean, la presionan y la agobian. Los elefantes le dan miedo. Prefiere una acción pequeña y concreta como «llamar a Paco» que una tarea enorme como «preparar la campaña de marketing del año que viene». Esa es la razón por la que, llegado el momento de entrar en acción, decida escaparse a cualquier otro sitio, sustituir «lo que había que hacer, esa tarea importante», por otra labor insignificante pero más placentera para ella (placer inmediato en lugar de esfuerzo sostenido). Posterga la acción «para cuando tenga tiempo». ¿Te suena «ahora estoy muy liado, llámame después de fiestas»? Sí, es el conocido y extendido hábito de la dilación (dejar para mañana lo que tienes que hacer hoy) en mi opinión uno de los hábitos más perjudiciales que podemos tener en nuestra colección.
  3. A la mente no le gustan ideas, cosas o procesos nuevos. Con eso no me refiero a que sean novedosas o desconocidas para otros, sino a simples procesos de acción que no ha experimentado antes y a los que no está acostumbrada. Lo nuevo la incómoda, debe aprender cómo hacerlo, elaborar nuevos protocolos de actuación, establecer nuevos procesos neuronales y, salvo que esté muy «presionada por el deseo o la necesidad» también acabará por inhibirse, por evitar, por no hacer. No sabe caminar por calles que no conoce hacía destinos que no tiene claramente fijados. Es el primer intento el que le cuesta y rechaza, el que da pereza. Una vez realizado, repetirlo le resulta muy sencillo, ya es conocido y sabe cómo hacerlo.
  4. Nuestra mente nos cuida, intenta protegernos y evitarnos dolor. Mientras nuestra mente racional está afirmando «mañana a las 9 lo tendrás listo», la mente inconsciente se está dando cuenta de la dificultad de cumplir tal promesa, escucha los pensamientos negativos (uf, dónde me he metido), el malestar corporal para llevar a cabo la promesa, y el coste y sobre-esfuerzo que conlleva. A partir de ese instante, y «para evitarnos el dolor» nos ofrece un amplio abanico de cosas importantes, urgentes, o placenteras que «sí» podemos y debemos hacer, en lugar de la que nos hemos comprometido. Así cambiamos inconscientemente de prioridad, a la vez que encontramos una buena razón o excusa para el cambio y postergación. Te lo explico de otra forma, si la mente racional o consciente promete y dice «sí», pero la inconsciente dice no, gana la inconsciente, no se hará. ¿Lo quieres más fácil aún?, pues es muy sencillo, si lo que vas a hacer te gusta o ilusiona, comienzas de inmediato. Pero si lo que vas a hacer te disgusta, lo vas a dejar «para más tarde». El problema es que luego, más tarde, volverás a ejecutar el mismo proceso inconsciente, Una y otra vez.

Todos funcionamos igual, pero con diferencia de grado. Quienes siempre cumplen lo que prometen, las personas coherentes, suelen estar bien valoradas y tienen un buen equilibrio entre ambas mentes o, dicho de otro modo, se conocen a sí mismos.

Los informales, los inconscientes, suele ocurrirles todo lo contrario. Son tremendamente influenciables, cambian de opinión con suma facilidad y, lo peor de todo, no son conscientes de su propia inconsciencia. Por eso suelen tener siempre un buen «argumentario de razones» que, en ocasiones, y a fuerza de repetirlo, hasta ellos mismo se creen y defienden con pasión. Por supuesto la culpa siempre es de los demás, tal es su grado de inconsciencia. Su problema es que quieren complacer a todo el mundo, quedar bien con todos, y acaban frustrados y no complaciendo a nadie.

Y cambiar de actitud no es una tarea fácil ya que hay que reeducar patrones de actuación muy arraigados, «trazar nuevos surcos» y ya sabes que a la mente no le gusta, que prefiere repetir lo conocido. Tampoco es tarea rápida, ni la puede acometer uno mismo, porque ¿cómo puede ser uno mismo consciente de su propia inconsciencia?

El proceso para sustituir patrones de comportamiento, actitudes y hábitos mentales implica, además de la propia voluntad, herramientas, tiempo, y acompañamiento al cambio. La «programación» de la mente, o los hábitos mentales, no se pueden borrar o eliminar, como no desaparece una carretera o camino por el mero hecho de que elijamos otro, pero se puede cambiar usando una nueva programación positiva que substituya la anterior por una nueva y más beneficiosa. Pero… ¿quién es consciente de que debe cambiar?

¿Qué sabes al respecto? ¿conoces a alguien que responda a estos patrones? ¿crees que puedes entenderlos un poco mejor? ¿cómo podrías ayudarlos?


Foto: Star Trek

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Fermín Lorente

Fermín Lorente

Experto en mejorar RESULTADOS EMPRESARIALES. Formador en organización empresarial y en liderazgo. Fundador de New Deal.

2 comentarios en “La eterna lucha entre el corazón y la cabeza”

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