Fijando el rumbo para el nuevo año
Siempre que hay un parón en la rutina, ya sea por las vacaciones estivales o por la Navidad y el cambio de año, existe alguna razón, una necesidad, un deseo, que nos impulsa a cambiar algo en nuestras vidas.
Sencillamente nos detenemos a pensar, nos damos cuenta de que algunas cosas no están bien alineadas, y de una manera más o menos consciente, formulamos deseos de cambio, nuevos propósitos para el nuevo periodo.
Cuando el parón es algo más que vacacional, cuando el calendario anuncia un nuevo ciclo, ese deseo de equilibrar lo que consideramos que no está bien en nuestras vidas, es aún más intenso. En el fondo, es como un cierto deseo de renacer.
Pero es sabido que el deseo dura poco y volvemos a encajarnos casi de inmediato en la rueda de la rutina y del trabajo, en lo de siempre. Y los buenos propósitos de ahorrar, de hacer dieta, de ir al gimnasio, o de leer esos libros que se van llenando de polvo, quedan relegados de nuevo, una vez más. Son como estrellas fugaces que apenas se encienden en el cielo desaparecen en la oscuridad haciéndonos dudar incluso si realmente han existido o tan solo lo hemos imaginado. Tal es la naturaleza humana.
Me pregunto por qué; por qué esto le ocurre a la mayor parte de la humanidad. Y creo que he encontrado algunas de las causas, mira a ver qué te parece:
Sé por mi experiencia de años de trabajo en este tema, que las personas casi siempre formulamos mal nuestros objetivos, metas o deseos. Solemos confundir lo que deseamos con el medio para lograrlo.
Te pondré algunos ejemplos. La gente se propone «hacer dieta» (el medio) cuando lo que realmente desea es sentirse orgullosa de la imagen que ve en el espejo. Mientras que el deseo es beneficioso y motivador, el medio es un camino duro, de privaciones y desmotivador ¿quién quiere sufrir?
Lo mismo ocurre con el gimnasio, nos enfocamos en la disciplina y en el esfuerzo, en lugar de enfocarnos en el beneficio que nos espera al final.
Y nuestra mente, capaz de ver muy claro el precio a pagar en el presente, suele ser incapaz de ver con claridad y duda del beneficio a obtener en el futuro. Y puestos a elegir, prefiere enfocarse en lo seguro, en la «comodidad» y el placer presente, que en el posible e incierto beneficio futuro. Eso no lo ve tan claro.
Logrará fácilmente que desistamos de acciones que implican sacrificio y esfuerzo por otras cosas mucho más placenteras y de beneficio y disfrute inmediato, aunque sepamos que, inmediatamente después de «pecar», sentiremos el remordimiento y la culpa.
En el fondo, si te fijas bien, «desear» implica no tener la mínima intención de actuar. Lleva encubierto el conformismo de no lograr, de no intentar, de que ocurra algo que nos proporcione nuestros deseos sin nuestra intervención. Por eso nos limitamos a «desear» en lugar de actuar.
¿Y qué podemos hacer?
Pues siempre podemos hacerlo un poco mejor, aquí tienes algunas pistas:
- Enfócate (visualiza con claridad y detalle) en lo que realmente deseas conseguir, en el resultado específico que deseas.
- Evalúa si vale la pena. Eso quiere decir que pongas en la balanza el valor que deseas obtener, frente a la pena, sacrificio o disciplina que vas a pagar.
- Entiende y acepta que la respuesta o el resultado no va a ser inmediato (esto es lo que hace que fracasen los mejores deseos, la gente no fracasa, abandona).
- Traza un buen plan detallado de las acciones que realizarás, con fecha y hora.
- Lleva un buen sistema de seguimiento gráfico o de control de lo que estás invirtiendo (esfuerzo, disciplina, días horas) y de lo que estás recibiendo a cambio.
- Y, sobre todo, paciencia, mucha paciencia y perseverancia. El éxito necesita de algunas cualidades y la perseverancia es una de las más útiles para lograr deseos y propósitos.
¿Qué tienes tú, deseos, propósitos, metas u objetivos? ¿Los has escrito? ¿Tienes un plan? ¿Estás motivado para la acción o te puede la pereza? Déjanos saber tus opiniones.