Tanto si eres consciente como si no, tienes un sistema de valores. Un sistema propio, único y exclusivo que nadie más que tú en el mundo posee. Tal vez compartas muchos de ellos con otras personas, pero los tuyos son diferentes, únicos y exclusivos.
¿Que cómo lo sé?: muy fácil, ¿eliges derecha o izquierda?, ¿el verde o el amarillo?, ¿playa o montaña?, ¿por qué estás con tu pareja y no con otra persona? ¿Te has parado a pensar quién o qué ha tomado y toma permanentemente decisiones que afectan a tu vida? Sí claro, por supuesto que tú, pero ¿qué ha determinado esa elección y no otra? Sí, ha sido tu sistema de valores, esas brújulas internas que guían y determinan tu vida, lo que haces y lo que no haces y, en definitiva, lo que tú eres.
Y, sin embargo, para la mayoría de personas son desconocidos. No saben lo que determina sus elecciones en la vida, o lo que es realmente importante para ellas. Y peor aún, no los atienden adecuadamente y eso causa insatisfacción, vacío, descontento, irritación y otras causas más que contribuyen a que las personas no estén bien. A menudo no somos coherentes entre lo que somos y lo que hacemos.
Tenemos mucha información a nuestro alcance, sabemos muchas cosas, pero con frecuencia ignoramos las más importantes, las vitales. Y así no vamos bien, andamos como perdidos, extraviados…
Atrévete a preguntarle a un amigo cuáles son sus valores. Verás lo que ocurre. Luego, si te apetece, pregúntale qué entiende él que es un valor. Si te responde, probablemente serán cosas genéricas y grandes, tópicos… y cada persona te dará su opinión de lo que es un valor, todas diferentes y genéricas. Y el diccionario tampoco es de una gran utilidad que digamos.
Para mí, un valor es «un atributo emocional que añadimos a alguien o a algo que lo hace especialmente valioso para nosotros». Por ejemplo, una pluma estilográfica puede tener un valor de unos pocos euros en una papelería. Pero si es la pluma con la que un reconocido autor escribió su mejor obra, habrá gente dispuesta a pagar fortunas por ella. Sencillamente porque le atribuyen un valor por el que están dispuestos a pagar esa gran suma de dinero.
Los valores no son palabras. Haz la prueba, pregunta a tus amigos qué es lo que valoran. En muchas ocasiones la gente responde cosas como «libertad» pero solo es una etiqueta, una forma de expresarse. Si insistes, si preguntas qué significa esa palabra, casi todos te dirán cosas diferentes. Unos la definirán como la posibilidad de expresarse libremente, mientras que otros se referirán a grandes espacios llenos de naturaleza. La palabra es la misma pero el significado es diferente. En realidad, los valores se expresan mediante cadenas de palabras que acaban definiendo lo que tú piensas, lo que tú sientes y lo que tú eres. Es tu sistema de valores quien dirige tus elecciones, tus acciones y tu vida.
Tal vez te estés preguntando de dónde han venido, quién los puso ahí. Y esa es una muy buena pregunta porque en realidad, tus valores no son tuyos, son de otros, aunque tú los hayas hecho tuyos.
Tus padres en primer lugar y tus familiares, maestros y amigos después, fueron introduciendo inconscientemente sus creencias y valores en lo que tú eres ahora. Te dijeron lo que estaba bien y lo que estaba mal, lo que era correcto y lo que no, lo que debías hacer y lo que estaba prohibido… y tantas y tantas pequeñas cosas y experiencias que han ido configurando durante años un sistema extremadamente complejo que funciona inconsciente y automáticamente con la precisión de un reloj y la velocidad de la luz. Estás programado (para bien y para mal) y tus respuestas ya están predefinidas, como tu comportamiento habitual, pero probablemente lo ignores.
¿Cómo se fijan los valores?
Es un proceso vital, pero principalmente se fijan durante la infancia y el mecanismo es la repetición espaciada, esas cosas que tus padres te repitieron una y mil veces hasta que se grabaron en lo más hondo de tu ser, en lo que tú crees, en lo que tú eres. Por cierto, son los mismos que probablemente ya has trasmitido a tus hijos sin ni tan solo darte cuenta de que lo hacías… ¡glup!
¿Los valores cambian?
La verdad es que sí, aunque solo algunos. Otros permanecen y te acompañan el resto de tu vida. Las personas evolucionan, tienen vivencias y algunos de sus valores tienden a mitigarse mientras que otros tienden a incrementarse o incluso nuevos valores pueden aparecer. Pero tus valores esenciales, tu esencia, permanecen inalterables.
¿Cómo puedo saber cuáles son mis valores?
Esta es otra buena pregunta, y no tiene una respuesta sencilla. Algunos creen que esa búsqueda no es un destino, sino que es el camino. En cualquier caso, no los busques en Internet, no están en la web, no se trata de hacer una lista de los que te gustaría tener, tus valores ya son tuyos, ya están dentro de ti, es ahí donde tienes que buscarlos. Aprende el maravilloso arte de hacerse buenas preguntas. Puedes comenzar por preguntarte ¿qué es realmente importante para mí en la vida?, o ¿a qué no estaría dispuesto a renunciar bajo ningún concepto? Suerte, más vale tarde…
¿Pueden mis valores causarme frustración, pena o dolor?
La respuesta es NO, rotundamente NO. Pero ten cuidado, no todo lo que tus padres o maestros pusieron en ti son valores, también existen creencias y algunas de ellas puedan estar causándote daño o insatisfacción, pese a que quien los puso ahí lo hiciese con la mejor de las intenciones, la de protegerte y ayudarte.
Te pondré un ejemplo: Muchos de mis clientes son empresarios y en algunos casos recibieron la empresa de generaciones anteriores. Sus padres, para que el negocio fuera bien (y también ellos) les repitieron una y otra vez cosas como que «tenían que dar ejemplo», que «debían ser los primeros en llegar y los últimos en marcharse». ¿Cuál es el resultado de esas creencias? Es fácil de adivinar, horarios largos, sin fiestas y a menudo sin vacaciones durante años. Eso ocasiona frustración y baja calidad de vida, aunque dispongan de dinero. El problema es que lo consideran un valor cuando en realidad es una creencia limitante y perjudicial. Y lo que es peor, cuando no cumplen el «mandato», les remuerde la conciencia, tienen la sensación de estar traicionando a sus padres ¿te suena? Pues acabas de conocer a tu policía interior, a tu «crítico interno».
El crítico interno
Vive en tu cabeza, en alguna parte de tu mente inconsciente. Y está muy alerta, siempre está alerta. Cada vez que intentas cuestionar alguna creencia de tus padres, cada vez que quieres cruzar la línea, allí está él, nunca falla. Te repite una y otra vez las cosas que escuchaste de pequeño, tu obligación, lo que sabes que tienes que hacer. No hacerlo te genera malestar, la sensación de no hacer lo correcto. Recuerdo una pareja que tenían un comercio y decidieron tomarse una tarde de fiesta para ir al cine. No solo no se enteraron de la película, sino que pasaron una de las peores tardes de su vida. Su sentido de culpabilidad no les permitió disfrutar de esa tarde. Absurdo ¿no?
¿Cómo diferenciar un valor de una creencia limitante?
La verdad es que es bastante sencillo. Cuando honras uno de tus valores, cuando lo atiendes, lo que haces no te cuesta ningún esfuerzo e incluso disfrutas haciéndolo, aunque te cueste dinero. El tiempo pasa sin que te des cuenta. Por el contrario, cuando se trata de una creencia te cuesta esfuerzo, es algo que «tienes» que hacer, que se supone que es tu obligación, pero que en ningún momento disfrutas ni te divierte… ¿en qué estás pensando ahora mismo?
¿Puedo cambiar o redefinir mis valores?
Bueno, es posible cambiar algunos, pero no es sencillo. En primer lugar, deberás encontrarlos, saber cuáles son. En segundo lugar, deberás cuestionarlos ¿recuerdas el arte de hacerse buenas preguntas? En tercer lugar, deberás «fijarlo» es decir, programarlo en tu mente inconsciente. Eso se hace mediante la afirmación y la repetición espaciada, así es como funciona la adquisición de valores.
¿Complicado? ¿costoso? ¿difícil? Sí, todo eso, pero es un precio barato comparado con el de pasar el resto de tu vida sin estar alineado con tus valores, de que tu conciencia te remuerda día y noche, de saber que, en el fondo, no estás bien, que no estás haciendo lo que deberías hacer.
Tu turno. ¿Qué sabes tú de esto? ¿Cuál es tu opinión y experiencia al respecto? Deja aquí tus comentarios.
4 comentarios en “Valores, en busca de tu brújula interior”
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Felicidades Fermín!! Un gran post, hoy. Me ha gustado mucho.
Que tal Enric?, me alegra que te guste. Me alegra todavía más que lo digas (a la gente le asusta escribir y más aún exponerse…). Y me alegra aún más tener contacto contigo, hace tiempo que no nos vemos.
Como ves intento transmitir aquello que he aprendido y que me ha ayudado.
Un abrazo.