¡La gente no fracasa, sencillamente abandona!

Todos sabemos lo que es el fracaso, lo hemos experimentado muchas veces a lo largo de nuestra vida. Y pese a que no nos gusta nada, si somos afortunados, aún nos quedan unos cuantos por experimentar, nadie se libra. El fracaso forma parte de la vida, aunque nos resistamos a aceptarlo.

Fracasamos en el trabajo, fracasamos en casa, como pareja, como amigos, como padres y madres, fracasamos en los estudios, ya sea en los que hicimos o en los que nos gustaría haber hecho. Fracasos grandes o fracasos pequeños. ¿Quién no ha suspendido un examen o ha tenido una disputa y enfado con su pareja o amigos? El fracaso nos acompaña como nuestra sombra.

También hay gente a los que todo parece irles bien, esos triunfadores a los que envidiamos ya sea sana o insanamente. Y también a quienes todo les va mal, todo en la vida les funciona mal. Intenten lo que intenten están condenados al fracaso. No pueden darse cuenta de que, repitiendo patrones iguales, el resultado siempre será el mismo.

Pero hay que distinguir claramente entre fracasar y ser un fracasado.

Los americanos lo expresan mejor que nosotros. Para ellos, cuando intentas algo tienes dos opciones: triunfar en lo que te propones o fracasar. Ellos valoran realmente el aprendizaje que hay tras el fracaso para no repetir los errores. De ellos es la frase: «Cuando haces algo, o aciertas o aprendes» Una gran verdad.

Nosotros lo llevamos peor, somos mucho más duros con los demás. Si alguien fracasa le colgamos la etiqueta de fracasado y ya no se la quitamos nunca. ¡Es un fracasado! Si has tenido un fracaso empresarial nadie te prestará dinero, mejor se le presta a alguien inexperto… ¡Qué paradoja! Pero así funcionamos.

He leído que el 81% de los españoles fracasa al hacer una dieta, a pesar de que el 76% reconoce no estar contento con su peso actual. En la misma información leo que los datos son «preocupantes» y demuestran que «algo está fallando» en el sistema debido a que la población quiere perder peso, pero no lo consigue. Sigo leyendo que los españoles quieren perder una media de 10 kilos en cinco meses, siendo la principal motivación para hacerlo el hecho de sentirse sanos (82,8%), vestirse mejor (85,6%), equilibrar su estado emocional (78,8%), buscar trabajo (65,4%) y mejorar su vida sexual (58%).

Y que, «El fracaso en la dieta suele crear una insatisfacción personal que, en ocasiones, puede producir el llamado efecto rebote o el abandono del tratamiento» Lo cierto es que, al fracasar, mucha gente se siente culpable, el inconsciente sabe que es merecedor de un castigo, esa suele ser la causa de que, al abandonar la dieta, mucha gente se castigue comiendo más de lo que lo hacía antes, compulsivamente, una manera inconsciente de autocastigarse por el fracaso.

Y el mundo escolar no es menos, leo también que España lidera el abandono escolar temprano en Europa. El 23,5% deja los estudios tras la ESO o sin graduarse.

Después de reflexionar de nuevo en la pregunta, creo honestamente que la gente no fracasa, que realmente abandona. Lo creo porque mientras te sigas levantando, estás en la pelea. La gente solo pierde cuando abandona, cuando es más soportable la derrota, quedarse en la lona, que el esfuerzo de levantarse y seguir, entonces es cuando has perdido de verdad.

Pero la derrota se produce antes en tu mente. Es una derrota mental. Primero pierdes en tu mente y luego pierdes en la vida. Así es cómo funciona.

Es cierto que no se puede ganar a quien nunca se rinde.

Está documentado que Edison, cuando trabajó para fabricar la lámpara incandescente, la bombilla, hizo más de 1.000 intentos. Probó todo tipo de filamentos, pero, pese al vacío interno de la bombilla todos se fundían. Cuando finalmente funcionó con el filamento de tungsteno fue una noticia mundial. Por fin se atisbaba dejar de usar la pobre luz del gas para alumbrarse. Comenzaba una nueva era.

Se cuenta que un periodista le preguntó cómo se sentía al haber triunfado, tras haber fracasado más de 1.000 veces, a lo que Edison contestó que no había fracasado, sino que había triunfado y que conocía más de 1.000 maneras de no hacer bombillas. Se conoce que acumuló en su vida cientos de patentes. Para conseguirlas él y su equipo tuvieron que hacer miles y miles de pruebas, pero él no las llamaba fracasos, las llamaba «Resultado no satisfactorio». De él es la frase:

Muchos fracasos de la vida han sido de hombres que no supieron darse cuenta de lo cerca que estaban del éxito cuando se rindieron.

Thomas A. Edison

Entonces, si sabemos que, insistiendo, corrigiendo, y probando, triunfaremos; cabe reflexionar sobre los motivos por los que la gente abandona.

En mi opinión es por pereza.

Otra forma de decirlo es que no vale la pena, lo que quiere decir que el «valor» que le damos al logro, es inferior a la «pena» o el esfuerzo o sacrificio necesario para lograrlo. Pereza, en definitiva.

Sin embargo, cuando iniciamos el proceso o el reto no pensábamos así, de lo contrario no lo hubiésemos comenzado. ¿Qué ha pasado pues durante el transcurso?

La respuesta radica en las expectativas que generamos contrastadas con la realidad. Generamos expectativas falsas, irreales. Lo hacemos permanentemente a lo largo de nuestra vida. Seguimos pensando que haremos en 10 minutos una tarea de una hora. Luego nos frustramos, pero seguimos sin aprender. Por tanto, cuando proyectamos en nuestra mente o en una gráfica algo, por ejemplo, los beneficios que nos generará nuestro nuevo negocio, lo plasmamos así:

No somos realistas, aunque necesitemos beneficios inmediatos, las cosas llevan su tiempo, nada es inmediato. Si plantas una semilla, no puedes esperar coger frutos en pocos meses, deberás esperar, cuando menos un año. Sino más.

El verano viene cuando viene, por muchas ganas que tú tengas de que llegue. Y en la «gráfica» real de la vida, los resultados son así:

Es decir, durante mucho tiempo no hay resultados hasta que, de repente, todos tus esfuerzos, todos tus desvelos y sacrificios se ven recompensados. Todo empieza a funcionar, es una cuestión de tiempo.

Pero ocurre que la paciencia, el compromiso y la perseverancia no son precisamente las cualidades más comunes y presentes. «Compromiso es ir paso a paso, pase lo que pase y le pese a quien le pese».

Ya lo dijo Napoleón, que algo sabía de grandes triunfos y de grandes fracasos: «Si empiezas a conquistar Viena, conquista Viena».

Entonces, lo que hay que buscar es lo que ocurre entre el inicio y el abandono, ahí está la clave.

Y lo cierto es que, entre el inicio y el abandono, lo que ha pasado es tiempo. Y cuando hay expectativas generadas, el tiempo siempre juega en nuestra contra. Cuanto más tiempo transcurre, más aumenta la duda, más baja la creencia. Comenzamos a dudar de los resultados, de nosotros mismos, dudamos de todo. La negatividad se apodera de nosotros hasta que, finalmente, después del esfuerzo realizado, nos rendimos, abandonamos, tiramos la toalla… justo cuando casi podíamos tocar el éxito con la punta de los dedos.

Si observamos la gráfica, vemos un claro desfase entre la previsión y el resultado obtenido. Es entonces cuando nuestro entusiasmo, la creencia del logro comienza a disminuir. Al principio lentamente, al final abruptamente.

Todo es cuestión del tiempo que transcurre hasta que se cruzan el resultado y el entusiasmo. Si vale la pena, seguimos y si no lo vale, abandonamos. Así de sencillo.

¿Estás de acuerdo?, ¿tienes experiencias sobre esto?, ¿quieres contar algo? Puedes escribir tus ideas y opiniones abajo.