Implementando el Proceso de cambio y de mejora.

Hábitos ¿pueden adquirirse?

Es decir, ¿puedo incorporar nuevos hábitos que me ayuden? Seguro que ya sabes la respuesta, seguro que has oído hablar de repetir el hábito 21 días, o 28, o 31. Otra cosa es que lo hayas practicado. Pues lo cierto es que sí, funciona. Aunque unas veces cuesta más, otra cuesta menos, y en ocasiones no funcione o, mejor dicho, tú no funciones.

Hábitos: proceso de adquisición

1. En primer lugar, debes tener un buen motivo. Sin un motivo poderoso vas a fracasar, vas a acabar perdiendo. Y los «motivadores de la acción» están claramente definidos: u obtener un beneficio, o evitar una pérdida. Es decir, pase lo que pase, hay premio.
2. En segundo lugar, elige un hábito específico. No vale «cuidar mi salud». En lugar de eso toma, por ejemplo, no comer postre tras la cena, o no beber alcohol de más de 14 grados, o correr los lunes, miércoles y viernes.
3. En tercer lugar, construye una cuadrícula de 31 días donde realizar un seguimiento de los hábitos con los que estés trabajando. Anota cada día si lo has cumplido (S) o si has fracasado (N).

Algunos hábitos cuestan más que otros, pero se considera que, si has repetido de forma habitual alguna cosa, ya la has «adquirido» es decir, has programado tu inconsciente para que la ejecute de forma automática. Tú no deberás intervenir, tu inconsciente se encargará. Ya sabes, como apretar el botón del mando cuando sales de tu coche para cerrar la puerta.

Pero recuerda que el viejo hábito sigue existiendo, es fácil que un día te sorprendas a ti mismo realizándolo de nuevo, así son las cosas. Pero te darás cuenta de tu error, eso es lo importante.

Hábitos ¿por qué cuesta tanto cambiar de hábitos?

Existen dos razones principales por las que la mayoría de personas fracasan al intentarlo. La primera es la que ya hemos citado anteriormente. Ejecutar un hábito, da placer. Por sutil que sea, aunque apenas lo notes, así es. Tanto da si es el placer de un cigarrillo, de una copa o la simple satisfacción de haber hecho algo, del trabajo bien hecho, o haber ayudado a alguien. Nos hace sentir bien. Y sentirnos bien, o desearlo, también es un hábito, una droga a la que somos adictos. Nos encanta sentirnos bien. Nadie se esfuerza para sentirse mal.

La otra razón, la que está oculta, es cómo funciona nuestra mente. Y es que la mente rechaza, de manera automática (otro hábito mental), todo aquello que es nuevo, desconoce, o no ha probado. Tanto da si lo entiendes claramente, o si entiendes que te beneficiará, va a ser rechazado. La cuestión no es, si es difícil hacerlo, sino que es más fácil no hacerlo, hacer «lo de siempre».

No se sabe por qué, pero se sabe que la mente rechaza toda idea nueva hasta que deja de serlo. Y se ha comprobado que necesita una exposición de entre 21 y 31 días. Se sabe que funciona porque se ha probado durante años, aunque no se sepa muy bien por qué.

Al parecer, la creación del nuevo circuito neuronal (la manera cómo las sinapsis neuronales configuran patrones de funcionamiento), necesita una exposición prolongada para adquirir el nuevo hábito y desplazar al antiguo.

Hábitos ¿cómo pueden destruirte o construirte?

Volvamos a la cuestión inicial, ahora que ya sabemos un poco más al respecto.

Lo de destruirte es bastante sencillo de entender: imagina a una persona de «genio fácil», acostumbrada al enfrentamiento y a tener razón, con malos hábitos de salud, que suela evitar el trabajo, que acostumbre a quejarse de los demás y elogiarse a sí misma… bueno, no hace falta seguir. Puedes imaginarte que es muy probable que tenga problemas en su vida y a todos los niveles. Solo es cuestión de tiempo y de dejar que sus hábitos la vayan destruyendo. Y que cuanto más lo hagan, más convencida esté de tener razón, de que todo el mundo conspira contra él o ella.

Lo de construirse es algo más complejo de entender. En teoría no, pero en la práctica sí. Te sugiero que vuelvas a leer la frase inicial de Charles Reade en la entrada anterior.

Ahora imagina que empiezas a desarrollar hábitos sencillos y específicos en todas las áreas de la vida (salud, dinero, trabajo, estudios, estado físico, amigos…).

Por ejemplo, en lugar de dedicar 30 o 60 minutos diarios a las redes sociales, dedicarlos a leer de una materia. Si cambias eso, leer una hora diaria sobre un tema específico, te convertirá en pocos años en un experto en esa materia. Serás una de las personas que sepa más del mundo. Es muy probable que nadie haya dedicado tanto tiempo y esfuerzo en esa dirección.

Imagina que empiezas a correr un par de veces por semana. O mejor aún, que fijas metas sobre eso. La primera, una distancia corta, la segunda meta un poco más larga, y la tercera algo más. Después de un tiempo, un cuarto de maratón… ¿Puedes imaginarte corriendo media maratón? Si hace años que no haces deporte, no te creerás lo de la media maratón, pero lo de correr 10 o 15 minutos seguro que lo ves alcanzable. Pues quiero que sepas que así es como empecé yo, y tras correr y superar actualmente los 10 km, empiezo a creerme lo de la media maratón, algo que hace un tiempo me hubiese resultado del todo imposible de creer.

Y ahora imagina que sigues añadiendo hábitos que te ayuden en el trabajo, con el dinero, con la familia… Imagina que, poco a poco, te vas transformando en otra persona, que las cosas comienzan a cambiar porque tú estás cambiando y la gente quiere estar contigo porque tu impacto en los demás es diferente.

¿Vas entendiendo cómo sembrar actos, hábitos y carácter, acabará ofreciendo una cosecha de abundancia y de éxito personal?

Pero claro, ya sabes que no es un camino fácil. Lo cierto es que no es difícil, pero es más fácil no hacer nada. Esa es la triste verdad. La mente se va a focalizar prioritariamente en el esfuerzo, en la dificultad, en lo que no va a funcionar o en lo que va a fallar. Y probablemente te acabe convenciendo de que abandones, o peor aún, de que ni tan solo comiences, que tanto esfuerzo y tiempo no valen la pena. Es fácil ver las cosas malas, las dificultades que presenta el camino. Y muy difícil ver los beneficios, tener la capacidad de ver tan lejos, de perseverar hasta alcanzar.

Gente de éxito: se dice que las personas que han tenido éxito en la vida, son aquellas que se han formado el hábito de hacer lo que la mayoría de la gente no desea hacer y ni tan solo están dispuestos a intentar.

Puedes leer el libro de «los 7 hábitos de la gente altamente efectiva«, pero leerlo no cambiara nada, has de hacer, has de practicar. La maestría tan solo se consigue con la práctica. Para las cosas importantes de la vida no hay ascensores ni atajos, hay que subir los escalones uno a uno, un piso tras otro. Y resulta que la mayoría de personas, cuando nos enfrentamos a algo duro o difícil, tenemos tendencia a buscar un atajo, una solución fácil, rápida e indolora. Por eso, la mayoría de la gente no tiene éxito, no tienen la actitud adecuada ni los hábitos adecuados. Lamentablemente, el éxito no es para todo el mundo. Lo es tan solo para los que están dispuestos a «pagar el precio».

Los hábitos desarrollan cualidades humanas que no solo son necesarias, sino que resultan imprescindibles para tener éxito.

Me refiero a cualidades como la paciencia, el esfuerzo, la disciplina, la perseverancia, la visualización, o la fijación de metas, desarrollar el hábito de conseguir, de lograr, de ganar. Es muy difícil conseguir el éxito si no has definido qué significa el éxito para ti en términos específicos. Nadie consigue el éxito por casualidad. Y los hábitos, los buenos hábitos, son los resortes, las ruedecillas que te van a ayudar a conseguirlo.

¿Qué te parece todo esto? ¿qué sabes al respecto? ¿tienes alguna experiencia? Puedes compartirla si así lo deseas.