Homeóstasis organizacional. La gestión del cambio.
HOMEÓSTASIS ORGANIZACIONAL
Las organizaciones, las empresas, también son ecosistemas, también tienen un macro sistema que las regula por encima de las mentes individuales. Si te fijas, la propia semántica de las palabras, organización y sistema, ya definen un conjunto de individualidades organizadas o sistematizadas, un orden.
Todas las organizaciones, ya sean empresariales, sociales, deportivas, étnicas, religiosas o militares, también tienes su sistema homeostático de auto regulación. Incluso la más pequeña de todas ellas, y a la vez la más poderosa, la familia, también es una organización, un sistema de fuerzas equilibradas, de verdades y creencias asumidas, o de roles y patrones de conducta establecidos.
Toda organización está basada sobre un sistema de creencias, de valores compartidos por sus miembros, un lenguaje propio y coloquial, unas maneras de ver y de entender, que son propias, únicas y particulares. – «Aquí las cosas funcionan así»- Podemos llamarle cultura empresarial, usos y costumbres, o moral. Todo eso son etiquetas de palabras o maneras de nombrar a un sistema.
Y existe algo no escrito, un ente regulador, que vela para que las cosas se mantengan «como siempre».
Cuando una organización se enfrenta a un cambio, aunque sea para mejorar, percibe que se está intentando introducir una inestabilidad en el sistema. Por tanto, la organización se enfrentará, se resistirá al cambio, no podrá soportar «desorganizarse», que implica dejar de ser organización, y luchará con todas sus armas para volver al estatus quo de siempre.
Al igual que el cuerpo, la mente, o el planeta, cuando se plantea un cambio, la maquinaria se pone en marcha, comienza el proceso de sabotear todas las propuestas, todos los cambios.
Comienza el miedo a perder el puesto de trabajo, el miedo a perder algo, alguna ventaja, ya sea el sueldo o el despacho, el miedo a que me vean los demás tal como soy, en lugar de lo que aparento. Miedo a sufrir recortes, incomodidades, pérdidas de cualquier tipo…
Y eso dispara comentarios, especulaciones, medias verdades, cuando no mentiras abiertas, y todo tipo de acciones entorpecedoras y palos en las ruedas. Nos están atacando, quieren cambiar «lo nuestro» hay que luchar contra los que quieren cambiarnos.
Si hay una causa por la que la mayoría de fusiones o absorciones acaban fracasando, es debido a la homeóstasis organizacional, a la resistencia al cambio, a adaptarse al otro, a cambiar. Ya sabes, más vale malo conocido que bueno por conocer. Y nos auto llamamos seres inteligentes…
¿Círculo vicioso o círculo virtuoso?
¿Qué pasa cuando las cosas van bien? Pues que todo es fácil. Como hay dinero, se puede pagar bien. Como se puede pagar bien, hay empleados motivados, proveedores satisfechos, hay clientes, hay abundancia.
Como todo va bien se puede reinvertir en maquinaria, en recursos, en personal, en comunicación, hay tesorería y hay alegría. Todo alimenta a todo, es una suma de sinergias cuyo resultado se autoalimenta y potencia. Es un círculo virtuoso.
¿Y qué pasa cuando las cosas van mal? Pues justamente todo lo contrario, como no hay dinero no se puede invertir en nada, incluso hay que recortar empleos. Y como se recortan empleos la gente tiene que asumir nuevas funciones que antes hacían otros, incluida la propia gerencia debe hacerlo. Y eso genera más trabajo, mal ambiente, incomodidad, incertidumbre y miedo.
Y genera también una actitud pesimista, derrotista, dispara todo tipo se suposiciones, de comentarios… Y como en el caso anterior, todo alimenta al deterioro, lo potencia. Es el círculo vicioso.
Tanto en un caso como en el otro, la homeóstasis se ocupa de mantener la tendencia, ya sea al alza o a la baja, dentro de unas franjas, pero tendencia el fin y al cabo. Y es extraordinariamente difícil corregir tendencias. Un avión necesita toda su fuerza y su potencia para despegar, cuesta mucho cambiar la inercia de estar parado, pero, una vez a la altitud adecuada, necesita muy poco esfuerzo y consumo para mantenerse volando. Es fácil mantenerse, lo que requiere mucho esfuerzo es el cambio. Es difícil arrastrar un peñasco montaña a arriba, como también es muy difícil detenerlo cuando rueda montaña abajo. Cambiar la inercia es el gran reto.
Rompiendo el círculo vicioso.
He escuchado historias como ésta en innumerables ocasiones: Como el negocio no va bien, no tengo dinero y estoy solo (o con poca gente). Como estoy solo, tengo que hacerlo todo. Como tengo que hacerlo todo, trabajo muchas horas. Como trabajo muchas horas, no tengo tiempo para nada, ni para mí, ni para mi familia, ni para mejorar el negocio, ni para buscar clientes. Y como no hago más que trabajar corriendo y sin rumbo, llego a final de mes sin tiempo ni dinero, los dos recursos necesarios para que un negocio y una vida vayan bien.
¿Y quién le pone el cascabel al gato? Porque salir del pozo no se consigue cavando.
Cambiar el rumbo, «un nuevo trato».
Una de las leyes universales es la ley del dar. Dice que, si quieres conseguir algo en la vida, primero tienes que dar. Si quieres tiempo, has de dar tiempo, luego el tiempo te será devuelto incrementado. Si quieres dinero, primero tienes que dar dinero, luego recibirás.
¿Y quién le hace creer a alguien que trabaja 12 o más horas y que no tiene dinero, que tiene que invertir ambos (justo lo que más carece) para conseguir ambos más tarde? Difícil reto, lo sé por experiencia de años, pero lamentablemente así es.
¿La razón?, pues de nuevo la maldita homeóstasis. Si las cosas van mal, continuarán yendo mal. Por muchas expectativas o necesidades que tengas de que el mes que viene sea mejor, lo normal es que sea peor, ¿por qué iba a ser mejor? Pero conozco mucha gente que lleva años inmersos en ese autoengaño, dejándose la piel y la vida, sin cambiar nada, insistiendo en lo de siempre, que nunca ha funcionado, pero creyendo firmemente en que todo se arreglará… algún día.
Para poder cambiar el rumbo, para salir de la franja impuesta y vencer la tendencia, la corriente que nos lleva, hace falta algo más que deseos.
Esta es la escalera: ¿quieres subir?
- Un motivo fuerte y poderoso. La motivación, los motivos que llevan a la acción, son dos: obtener un beneficio (conseguir un sueño, una ilusión) o evitar una pérdida o dolor (la empresa, los ingresos y todo cuanto se deriva de eso).
- Un objetivo específico. Mejorar no es específico, estar bien tampoco lo es, ni mucho menos «tener tiempo». El objetivo debe ser SMART, debe poderse medir, tanto el resultado como la actividad para lograrlo.
- Un buen plan. O mejor dicho una serie de metas cuya ejecución y seguimiento lleve a conseguir el objetivo.
- Invertir tiempo en las acciones del plan. Es absurdo querer mejorar y no tener tiempo para ello, aunque curiosamente sea ese el pan de cada día de millares de empresarios. Sin una buena planificación del tiempo, el fracaso está casi asegurado.
- Una actitud correcta, la que te lleve a persistir, a no tirar la toalla a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera… a vencer las voces de tu propia mente, que te dicen que abandones, que no lo vas a lograr.
- Nuevos hábitos de trabajo que sean capaces de incorporar la disciplina necesaria para vencer la tendencia, para despegar de tierra, y volar.
Y valor, mucho valor. Valor para comenzar, valor para mantenerse, valor para terminar lo empezado, y valor para pedir ayuda cuando es necesaria, cuando solo no puedes. Debes encontrar tu valor, búscalo en tu interior.
La mejor manera de trabajar todo eso de una vez y a la vez es acostumbrarse a dirigir tu empresa y tu vida a través de metas.
Es la mejor manera porque la fijación y el logro de metas tiene la capacidad, y es a la vez la herramienta adecuada, para cambiar a las organizaciones y a las personas lo necesario como para romper tendencias de una forma suave y progresiva, mediante el feedback o retroalimentación del logro y consolidación de beneficios tras la disciplina. Para pasar al círculo virtuoso, para generar y vivir en nuevas franjas de homeóstasis positiva y ascendente.
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