Solemos hacerlo la última semana de noviembre: retirarnos a pensar.
Revisamos el pasado, para aprender de nuestros errores y también de los aciertos.
Revisamos el presente: cómo estamos y si eso nos gusta o no.
Y visualizamos el futuro: cómo nos gustaría estar.
Lamentablemente poca gente se concede ese privilegio de detenerse a mirar, a ver en profundidad con la necesaria perspectiva.
Luego toca fijar los Objetivos para el próximo año.
Por supuesto objetivos SMART, nada de tonterías como “tener salud, tener dinero o que el negocio vaya bien” los objetivos SMART tienen la particularidad de que, además de ser cosas específicas, se pueden medir. Tanto su logro como su evolución.
Porque lo que no se puede medir no se puede mejorar.
Y las cosas genéricas no se pueden lograr.
Y tras los objetivos, las Metas. Las metas SMART.
Planes de acción desarrollados en detalle en acciones concretas con día y hora de ejecución.
Ahora entraremos en diciembre, pronto vendrán las Fiestas y, con ellas, se acabará el año. Otro año más.
Y llegarán, como siempre, los buenos deseos y los propósitos para el año nuevo.
Deseos y propósitos que nadie recordará a mediados de enero.
Y que probablemente generarán frustración en el “blue monday”
Es inmensa la diferencia que hay entre generar deseos vagos o tener planes detallados y escritos.
Abismal…
Así es la vida, unos eligen jugar el 22 de diciembre y esperar tener suerte.
Otros se fabrican su propia suerte cada mes de noviembre. Y la van construyendo paso a paso a lo largo del año.
“Esperar y confiar” o actuar y lograr, cada cuál escoge su camino.
Nosotros hace años que lo vimos claro, por eso, los integrantes del Club nos retiramos a pensar y a planificar para hacer que las cosas ocurran..