El mundo ha cambiado. Mucho.
Supongo que cuando tienes una edad, puedes mirar cómo era antes la vida y cómo es ahora. Puedes comparar.
Antes, por ejemplo, eso del paro no existía. El INEM, o como se llame ahora, tampoco. Los que querían trabajar, en pocos días ya estaban trabajando. Así de simple.
Claro que no le hacíamos ascos a nada. Todo el mundo empezaba por abajo, de aprendiz. Si había que barrer se barría y así, entre recado y recado, ibas aprendiendo… El oficio y la vida.
Ahora al parecer todo el mundo quiere empezar de jefe o jefa, con despacho y asistente. Y claro, esos cargos ya están ocupados por gente que sabe. Y que vale.
También era normal que esos aprendices permanecieran durante toda su vida laboral en la misma empresa. No todos, claro, pero mucha gente se jubilaba en la empresa donde comenzó, o al menos, las estancias en una empresa duraban muchos, muchos años. Y había una costumbre en las empresas grandes que, cuando una persona se jubilaba tras una vida laboral de al menos 25 años en esa empresa, le regalaban un reloj.
Un reloj de oro. O chapado en oro, como mínimo.
Ya te he dicho al principio que el mundo ha cambiado mucho. Y nosotros también. Los que ahora tengan 30 años les costará entender estas “batallitas”. Y es que lo que en realidad ha cambiado es nuestro sistema de valores, no son los mismos. Cosas como el compromiso, la lealtad, la humildad, el esfuerzo… son raras de encontrar. Salvo excepciones, claro, que las hay y buenas.
A mí me gustan los relojes. No sé por qué, pero así es. Tengo unos cuantos.
Veo uno y se me va la vista. Tienen un magnetismo especial que me nubla la razón y me mueve al deseo de añadirlo a la colección. Quienes me conocen bien lo saben. Y mis clientes y clientas, que me conocen bien, también.
No, no me he salido del tema, ahora lo entenderás. Era habitual que te tu empresa te regalara un reloj…
¡Pero no que el reloj te lo regalaran tus clientes! Eso, hasta donde yo sé, es inaudito. ¡Y a mí me ha pasado!
Estoy lleno de agradecimiento. Y de orgullo. En la anterior noticia “Cosas que no ocurren casi nunca” y que publiqué porque esas
cosas son noticia (por no ocurrir casi nunca), explico cómo un nutrido grupo de empresarios, empresarias y sus familias, nos juntamos para disfrutar de un día de verano, de piscina, de amistad y de paella. Y de compartir, mesa, vino, risas y experiencias.
¡Y ahí fue, a los postres, sin previo aviso, por sorpresa y con total alevosía! Sabiendo mis clientes de mi retiro por edad y de mis gustos, han tenido el “super-detallazo” de regalarme, ellos a mí, un reloj de despedida.
Un reloj dedicado, grabado.
Y no solo eso, sino que, a mi mujer, a mi compañera de vida, a la que fue mi novia del instituto, y es madre de mi hija y abuela de mis nietos, también tuvieron un detalle para ella. Un reconocimiento por haber estado “no detrás de mí”, como bien me matizaron las
empresarias, sino a mi lado. Codo a codo. ¿Ves como el mundo está cambiando?
¿Se puede pedir más?
¿Se puede estar más agradecido?
Yo no lo creo.
Solo me queda dar las gracias.
Gracias a la vida, gracias a todos y todas y gracias por todo.