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¿Sabes cómo se come un elefante?

¿Sabes cómo se come un elefante?

Tú puedes conseguir lo que quieras si lo divides en tareas pequeñas.

Imagina por un momento que es verdad, que te sientas a la mesa y te ponen delante “el plato especial de la casa” un elefante perfectamente cocinado, con su guarnición, y con un peso de 6.000 kilos. Sí, ya sé que es mucho imaginar, pero hazlo, si no, no podrás saber cómo se comen las cosas de 6.000 Kilos.

Si haces la pregunta, algunos te dirán que no lo saben, otros que, empezando por la trompa, o por el rabo, los más guasones te dirán que con pan, y otros que, a bocados. Pero no les hagas caso, no es así como se hace. La forma correcta de comerse un elefante (o cualquier otra cosa grande) es, a filetes.

La única manera de comerse algo grande sin morir en el intento es fileteándolo.

En el caso de nuestro elefante, en el supuesto de que pudieses comerte diariamente medio kilo de carne, tardarías la friolera de 32,8 años (o 16,4 si puedes comerte un kilo diario)

Haz cuentas: 6.000 Kg / 0,5 = 12.000 días / 365 = 32,8 años

Sí, son muchos años, y necesitarías un gran congelador de filetes, pero no existe otra manera.

Sin embargo, el problema real no son los 32 años, o los que sean, el problema real es que, en el caso de que los elefantes sean comestibles, nadie se plantearía jamás comerse uno.

La razón es que, si de verdad ocurriese, si te lo pusiesen delante, saldrías corriendo, te asustarías y huirías. Así es como funcionamos los humanos, así es como funciona nuestra mente. Las personas, cuando nos enfrentamos a retos grandes, a cosas que nos superan ampliamente por su tamaño, nos agobiamos, nos asustamos, nos vemos absolutamente desbordados. Nos apartamos de todo lo que nos agobia, literalmente huimos.

Siempre que pienso en estas cosas viene a mi mente aquella asesora fiscal que me recibió en su sala de juntas. En el suelo podían verse unas bolsas de plástico negro que cubrían unos fardos de papeles de unos dos metros de largo por algo más de medio metro de alto. “Es una inspección fiscal”, me dijo. “Lleva ahí tres semanas, cada día digo que me pondré, pero nunca lo hago. Solo de pensarlo me mareo.”

Así es cómo reaccionamos las personas cuando nos enfrentamos a algo realmente grande, sea de tamaño, de tiempo, o de esfuerzo. Nos vemos desbordados y necesitamos huir, irnos a otro lado, a otra cosa más fácil de comer y digerir, no planificamos.

Esa es la razón por la que dilatamos el día de inicio. Procrastinamos, porque nos agobiamos y nos sentimos mal o muy mal con solo pensar en comenzar, en ponernos manos a la obra.

Así, cualquier tarea que percibimos como grande o costosa, la dejamos para más tarde, para mañana, para el lunes que viene, o para después de vacaciones…

Nos convencemos (porque nos conviene hacerlo) que, esta tarde o mañana estaremos más tranquilos y podremos ponernos con ella. Pero es un error, la misma sensación de malestar que nos ha agobiado hoy, nos agobiará mañana y en cualquier otro momento en cuanto intentemos comenzar. Y así, se repetirá el mismo comportamiento, y el mismo resultado. Jamás nos pondremos con ella salvo que la amenaza o el castigo por no hacerlo, sea superior al esfuerzo y al malestar de hacerlo. ¿A ti también te ocurre esto, o solo algunos estamos locos?

¿Cuánta gente quiere estudiar, escribir un libro, o realizar su obra soñada?

¿Cuánto tiempo hace que lo intentan sin conseguirlo, sin comenzar?

Mucha gente no lee porque no tiene tiempo. Mucha gente no va al gimnasio o a caminar, por la misma razón. Pero es falso, todo es falso, son solo creencias.

Tenemos tiempo, pero lo usamos mal. O lo usamos para otras cosas que no son lo que realmente queremos.

Es fácil de comprobar: De la misma manera que hemos calculado el tiempo necesario para comerse a un elefante, podemos realizar el proceso inverso. Imagina que decides dedicarte a una tarea durante 30 minutos cada día. ¿Sabes cuánto tiempo le habrás dedicado en un año?

Pues calcula: 30 minutos por 365 días, son 10.950 minutos, 182,5 horas. Y esas 182,5 horas divididas en jornadas de 8 horas, son 22,8 jornadas, un mes extra al año.

¿Qué harías con un mes extra cada año?, ¿a qué lo dedicarías?

Supongo que ya habrás visto que los números son inapelables, pero confieso que el problema no es racional, es un problema mental o, mejor dicho, de cómo funciona nuestra mente. Y nuestra mente se va a bloquear ante cualquier cosa grande o pesada. Por lo tanto, es necesario engañarla, que no vea “el todo”, mostrarle solo una parte.

En el caso de la asesora fiscal, recuerdo que le pregunté: ¿Te atreverías mañana a poner todo eso encima de esta gran mesa de reuniones? Y me dijo que sí. Luego le pregunté: ¿Podrías dedicar cada día 15 o 20 minutos a ir separando y ordenando los papeles? Y también contestó afirmativamente. Entonces, dije, ¿cuál es el problema?

La verdad es que el problema no es real, pero lo que sentimos acerca del problema, sí lo es. Y eso lo convierte en real.

“Un viaje de mil millas comienza con el primer paso”. – Lao-tsé –

El problema consiste, precisamente, en dar ese paso. Y yo añado, no puede acabarse nada que no se haya comenzado previamente. Ahí queda, para la posteridad.

Afortunadamente, de vez en cuando nace gente brillante. Gente que sabe transformar las ideas abstractas, los conceptos, en acciones. Y se atreven a ponerlas en marcha. Y así, logran cosas extraordinarias.

¡Henry Ford lo hizo!

Y creó una de las empresas de automoción más grandes que hayan existido jamás, la Ford Motor Company. Él se dio cuenta de que saber montar un vehículo (aunque en su época eran máquinas bastante simples), resultaba un proceso largo y difícil para la mayoría de personas.

Así que empezó a dividir una tarea compleja, en tareas mucho más pequeñas, lo suficiente como para que una persona pudiese aprenderla bien y en un tiempo muy corto. Así nació la primera cadena de montaje de la historia. En lugar de poner a una persona a montar un coche, puso a muchas personas a montar muchas partes de muchos coches. El famoso Ford T fue el primer coche que se montó en cadena.

El resultado fue espectacular. La especialización en una tarea simple y repetida hace que la persona la realice de forma muy rápida y segura. La producción se disparó a cotas impensables para la época.

Nada es especialmente difícil si lo dividimos en tareas pequeñas. -Henry Ford-

Ya sabes, divide y vencerás. Si no sabes montar un coche, piensa en el motor. Si aún es muy grande, en la caja de cambios y, si todavía es grande, divide hasta que sea algo sencillo en tiempo y en la forma de hacer. Y da el primer paso.

¿Tienes sueños grandes? ¡Felicidades!

Imagina que los escribes, que superas el agobio, que te atreves, y que lo haces. Imagina que, tras eso, defines el objetivo, la parte de ese sueño que crees que es posible “comerse” este año. Sigue imaginando y define las metas que debes desarrollar para el mes que viene (cuántos kilos de elefante tocan). Y, finalmente, imagina que divides esa meta en acciones pequeñas y asumibles con día y hora en las que te las vas a “comer”

¡Bienvenido al mundo de la planificación y de alcanzar sueños!

Ya sabes, el problema no es el problema, el problema es tu actitud frente al problema.

Como ves, las barreras para alcanzar sueños, objetivos y metas no son reales ni racionales, las barreras a superar son mentales. Por eso muy pocas personas alcanzan grandes logros, ni tan solo dan el primer paso, ni tan solo lo intentan, ¡creen que no pueden!

Y si no, mira lo que dijo también Henry Ford:

“Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo cierto”

Por eso, nosotros creemos en ti.

Por eso, hacemos lo que hacemos.

Por eso, definimos nuestro propósito y nuestra misión.

Por eso, sabemos que “mañana” no existe, que ahora es el momento de pasar a la acción.

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Fermín Lorente

Fermín Lorente

Experto en mejorar RESULTADOS EMPRESARIALES. Formador en organización empresarial y en liderazgo. Fundador de New Deal.

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