Lo he comprobado, la inmensa mayoría de las personas no saben distinguir entre una causa y el efecto que provoca. Con frecuencia acostumbran a creer que son la misma cosa. La consecuencia es que se pasan la vida poniendo parches en lugar de solucionar las cosas de una vez y para siempre.
Hasta cierto punto es normal que exista confusión ya que el efecto suele ser muy visible, incluso doloroso, sea en el ámbito del cuerpo o en el del alma, mientras que la causa puede ser muy pequeña y además suele estar oculta. Algo tan sutil como una creencia, un hábito o una costumbre. Siendo pues desconocida y por lo tanto inconsciente, estamos condenados a repetir el mismo comportamiento en busca de la solución una y otra vez, parche sobre parche, pero sin conseguir más que soluciones temporales.
Te pondré un ejemplo: A mucha gente le duele la espalda. Como creen que ese es el problema (el dolor de espalda) van al médico y éste les receta unas pastillas para el dolor. Normal ¿no? Pero ocurre que la espalda sigue doliendo, así que repiten de nuevo. Pero esta vez piden unas pastillas más fuertes.
Confundir la causa con el efecto puede llegar a ser muy peligroso para la salud, la economía y la vida.
A mucha gente que le duele la espalda (por supuesto no a todos) suele ser porque la mantienen en tensión o en mala posición gran parte de día. Con frecuencia, esa tensión viene provocada por el estrés, por los nervios, o por cómo se sienten frente a sus retos del día a día, esos problemas y preocupaciones que tantas veces nos superan. Y esa es la causa, el dolor de espalda es el efecto. El cuerpo te está enviando mensajes, pero hace tanto tiempo que nos hemos desconectado del cuerpo… Por eso, en lugar de poner parches (tomar pastillas) deberíamos atacar la causa, la raíz del problema, buscar qué es lo que nos hace sentirnos así y enfrentarnos a lo que nos provoca ese estado de tensión. Pero suele ocurrir que consciente o inconscientemente, preferimos tomar pastillas que afrontar las causas de frente. Nos da miedo enfrentarnos a nuestros miedos, preferimos mirar a otro lado, y así nunca los superamos y mientras no lo hagamos seguirán dominándonos, teniéndonos atados. Y no seremos libres.
Otra creencia altamente arraigada e universal, y que he escuchado cientos de veces (seguro que a ti también te suena esa canción), es que «el problema es que no tengo dinero». De nuevo volvemos a confundir la causa con el efecto. No tener dinero no es el problema, es el efecto de una causa que viene de mucho antes, del pasado. Lo que recogemos y comemos hoy es lo que sembramos en el pasado. Cosechamos lo que sembramos. El problema tal vez sea que en el pasado no hicimos lo adecuado, las acciones necesarias para gozar hoy de una buena cosecha. Debimos crear en el pasado las causas que provocarán los efectos en el presente, la abundancia esperada, pero hicimos poco o nada, nos dejamos llevar por la corriente.
Llegados a este punto, te sugiero que te detengas a pensar, a mirar qué estás sembrando hoy, porque es lo que tendrás para comer mañana. Si no te gusta cómo estás (tu salud, tu familia, tu empresa…) date cuenta de que tan solo estás viviendo los efectos de las causas que creaste (o que deberías haber creado y no creaste) en tu pasado. Dicho de otro modo ¿por qué una persona debería tener dinero si no hizo nada concreto para tenerlo?. Es absurdo ¿no? Pues la gente sigue quejándose de que no tiene dinero, de su «mala suerte».
Entonces, si deseamos tener un buen futuro, deberíamos pensar en las causas que debemos crear ahora para que generen los efectos deseados, las consecuencias futuras de las acciones presentes.
Vale, pues preguntémonos: ¿Que estoy haciendo concretamente ahora para tener dinero más adelante? ¿cuánto dinero quiero concretamente? ¿cuándo lo quiero? y, ¿cómo voy a hacerlo, tengo un plan? Es decir, ¿el dinero que yo tenga en el futuro va a depender de mi, o voy a esperar que la vida me lo regale o alguien me lo pague?
Puedes seguir haciéndote todo tipo de preguntas: ¿Cómo quiero estar dentro de cinco años?, ¿qué estoy haciendo para que ocurra?, ¿Cómo deseo estar de salud el año que viene, cuánto quiero pesar? ¿Me estoy ocupando de eso o sencillamente espero que la vida se ocupe «porque yo me lo merezco»? Lo que ocurre es que «merecer» viene de «hacer méritos», ¿cuáles son mis méritos actuales, qué estoy haciendo? O tal vez no tenga claro cómo y dónde quiero estar, o peor, ni me haya planteado quién quiero ser en el futuro.
En el mundo de la empresa ocurre lo mismo, los efectos suelen medirse en resultados económicos, en la cuenta de explotación, pero crear las causas, las verdaderas causas… ya es otra cuestión. ¿Está mi gente motivada? ¿están comprometidos con mi misión u objetivos? (si es que los tengo, claro). O solo están «casados» con su nómina de fin de mes. ¿Por qué es así? ¿estoy liderando un equipo y conduciéndolos hacia algún sitio? ¿tengo planes (no solo deseos) sobre cuánto quiero facturar el próximo año o el próximo mes?.
«A toda causa le sigue su efecto, y todo efecto proviene de una causa» Y a cada causa le sigue un efecto del mismo signo multiplicado. Si siembras un grano de maíz cosecharás una mazorca llena de granos de maíz ¿qué estamos sembrando ahora en nuestras vidas? porque es el maíz que pondremos en nuestra mesa en el futuro.
No existe la casualidad sino la «causalidad», que no es otra cosa que la relación que une causa y efecto. ¿Recuerdas la vieja canción infantil de Antón Pirulero?: «Antón, Antón, Antón pirulero. Cada cual, cada cual, que atienda a su juego y el que no lo atienda, pagará una prenda.»
Y la mejor manera de «atender tu juego para no pagar prendas» es:
- Primero párate, observa y hazte preguntas sobre si las cosas están como querrías.
- Después concreta y define exactamente qué cosas no están bien o qué cosas deseas.
- Luego realiza un plan detallado que te lleve a conseguir tus deseos.
- Y pon día y hora para cada una de las acciones de tu plan, sobre todo la primera, la acción inicial es crítica.
Te toca: ¿qué sabes sobre esto? ¿has tenido una experiencia que quieras compartir? Deja aquí tu testimonio o tus comentarios al respecto.
1 comentario en “El precio de confundir la causa con el efecto”
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