Después de nueve años ayudando a empresarios y empresarias a mejorar sus resultados empresariales, su organización y, como consecuencia de lo anterior, su calidad de vida, he llegado a identificar claramente, cuáles son las razones que les llevan a dar un paso adelante, a cambiar las cosas para que los resultados sean diferentes.
Y he encontrado que son tres, los principales motivos por los que las personas están dispuestas a luchar, a invertir, a arriesgar o, si lo prefieres y como a mí me gusta llamarlo, a cambiar.
Razones personales
Bajo este apartado se agrupan un conjunto de efectos que provocan, juntos o por separado, que las personas no estén bien. Algunos de ellos son: ir siempre con prisas y agobiado, apagando incendios, llegar tarde a casa y no estar con la familia, no poder ir al gimnasio o a hacer deporte, o no tener tiempo para nada. Los efectos que produce todo esto, son un sentimiento de agobio permanente, sensación de no tener el control, de no estar haciéndolo bien, de que todo el mundo te manda… Y eso te lleva a la preocupación, al temor, al estrés, a muchas horas de trabajo, a bajos resultados, y a estar quemado y a querer dejarlo todo y tirar la toalla.
Razones profesionales
La mayoría de mis clientes no han pasado por las escuelas de negocios. Iniciaron un proyecto que les absorbió inmediatamente y al que tuvieron que dedicar todo el tiempo disponible. Y a veces aún más. Para que el negocio funcionase tenían que hacer de todo y estar en todo. Las consecuencias de esto es que están todo el día reaccionando a urgencias, a peticiones de los clientes, y sin rumbo definido. Eso provoca caos y desorganización, y no poder atender a ciertas tareas que son importantes y rentables, pero que no son urgentes, que pueden esperar otro mes más… Y así van pasando los años.
La falta de organización impide cosas como pensar claramente, tener metas y objetivos empresariales y personales, o formar y delegar en el equipo. Y eso conlleva tener que estar en todo, y retrasos en presupuestos o en proyectos rentables, solo hay trabajo y más trabajo, en muchas ocasiones improductivo. La consecuencia de la desorganización, del caos, y de un estilo de gestión reactivo, suele ser los malos resultados. Es difícil llegar a fin de mes, pagar las nóminas y cobrar uno mismo. Es muy raro que un negocio vaya bien sin organización, y eso no es posible sin metas y objetivos definidos.
Razones de crecimiento
La mayoría de los empresarios que conozco quieren crecer. Unos quieren aumentar facturación, otros abrir nuevos negocios, otros tener más clientes, o mejores. Cuando, en ocasiones encuentro a alguno que me dice que no quiere crecer, siempre le pregunto: ¿y en margen o en beneficio neto? Y claro, ahí sí, ahí sí quieren crecer, pero no saben cómo. O peor aún, creen que no es posible.
Lo cierto es que todos alcanzamos nuestro propio «Principio de Peter» que dice, en pocas palabras, que todo el mundo es bueno hasta que alcanza su propio nivel de incompetencia. Conozco a gente a la que el negocio se le ha hecho grande, demasiado grande para que puedan manejarlo. No saben, ya no pueden. Han ido trampeando, pero realmente no saben gestionar, no han tenido tiempo para eso, y en consecuencia, no pueden crecer. Si a la voluntad o necesidad de crecer se le añade una o las dos anteriores, el crecimiento resulta imposible. Me refiero, claro, a un crecimiento lógico y sostenible.
Pues bien, esas son las tres principales razones por la cuales yo me gano la vida:
- la gente necesita dinero para pagar sus facturas y comprar las cosas que quiere,
- necesita tiempo para disfrutar su dinero e ir con calma por la vida,
- y necesita nuevos retos que le saquen de la rutina y del hastío y le hagan crecer, ascender a nuevas cotas.
Durante todo este tiempo, me han ocurrido un sinfín de anécdotas. Recuerdo aquella vez en que un cliente me decía que no quería facturar más, que ya le iba bien con lo que tenía, que estaba contento con los resultados. Lo que él realmente quería era un reloj de 36 horas.
Le pregunté que para qué quería 36 horas diarias, qué haría con ellas. Obviaré la respuesta para no dar pistas (me gusta usar los hechos, no a las personas) pero, en definitiva, me contestó que le faltaba tiempo (razones personales).
Le informé que yo no vendo esos relojes, ni tampoco varas mágicas ni milagros, que los míos, como los de todo el mundo, tienen 24 horas. Pero le dije que, si las usaba bien, le sobrarían horas. Que no se trata de las horas que uno trabaja, sino de qué llena esas horas. Y esa, y no otra, es la raíz del problema, estamos hablando de eso, de productividad. Durante estos años he podido demostrar a mis clientes «con papeles en la mano» que más del 90% de su tiempo no es productivo. Y aunque sé que esto, como acto de fe, es inaceptable, afirmo que es así, muy pocas personas son realmente productivas más de 10 horas semanales. Y eso se acaba pagando, de una forma o de otra.
El tiempo que uno trabaja, si se llena de productividad da, como consecuencia, dinero. Y un beneficio colateral de conseguir dinero es que te obliga a organizarte, y la combinación de ambos da, como resultado, eso que llamamos calidad de vida.
Pero hay que empezar por el principio, hay que entender la gran diferencia que hay entre trabajar y hacer negocio, que es la misma diferencia que hay entre actuar en tus metas y objetivos, o reaccionar a urgencias e imprevistos intentando llegar a todo y complacer a todos. Muy poca gente sabe ver esas sutiles diferencias. Las consecuencias son las expuestas en los puntos 1, 2 y 3. Generalmente, la productividad y las horas de trabajo, son inversamente proporcionales, aunque no siempre sea así.
¿Y tú qué?, ¿cómo lo llevas?, ¿vas tranquilo, o agobiado?, ¿consigues los resultados que quieres o “vas tirando”?, ¿quieres crecer, o te lo impide el miedo? Tal vez sería bueno que te pares y te tomes un tiempo para reflexionar en todo esto. Es importante, se trata de tu empresa y de ti, de cosas que no tienen recambio.
Uno tiene que ser honesto y humilde para darse cuenta de que:
- Todos tenemos el mismo tiempo, pero no todos lo usamos igual, no hacemos las mismas cosas, ni conseguimos los mismos resultados.
- A unos les va bien el negocio y la vida, mientras que a otros no. Creer en la mala o en la buena suerte y que además sea permanente, es cosa de estúpidos.
- Crecer y estar bien sin arriesgar ni cambiar nada, solo pasa en las películas, en la vida no funciona. Ignorar eso es condenarse a repetir lo mismo, o a ir peor.
¿Te identificas en alguno de los tres puntos, o peor aún, en más de uno? Puedes mentir, en realidad solo es una pregunta puramente retórica. Pero la cuestión que realmente debes plantearte, es si quieres comprar soluciones mágicas y relojes de 36 horas, o si realmente quieres cambiar algo.
Tu turno, ¿qué te parece todo esto?, ¿quieres aportar alguna experiencia?, ¿algún comentario?
2 comentarios en “Un reloj de 36 horas”
¿Te acuerdas Fermín? Yo era de los del grupo «Necesito organizarme» y cuando miro atrás y veo como ha camabiado mi vida, ufff.
No era organizarme mejor, era cambiar yo. Y vaya si lo hice.
Tu fuiste el catalizador de mi cambio.
Geacias Fermín, recibe un fuerte abrazo.
Me acuerdo Antonio, son muchas las vivencias acumuladas en tantos años.
Y me alegra que haya gente con actitud de mejora y de cambio, gente que arriesga y que ve más allá.
Mucha suerte y un abrazo.
Fermín