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New Deal - 95 - Sin un plan, poner ladrillos puede ser muy mal negocio

Sin un plan, poner ladrillos puede ser muy mal negocio

¿Tienes planes en tu empresa y en tu vida, o dejas que te los hagan otros?

En la década de los 70 y hasta bien pasados los 80, tras un crecimiento sostenido de la economía, se puso de moda comprarse un terreno.

Todo el mundo soñaba con tener una segunda residencia donde pasar los fines de semana y, en cierto modo, retornar un poco al campo, o al pueblo, reconectarse con los orígenes en definitiva.

Las grandes ciudades habían crecido enormemente con la transformación de la economía. El paso del sector primario (agricultura) al secundario (industria) motivó el desplazamiento de muchas familias del campo a las ciudades. Buscaban una vida mejor y atendían así a la nueva gran demanda de mano de obra generada por la industria.

La gente trabajaba, ahorraba y, en cuanto podía, daba la entrada para el terreno. Y todos los domingos iban a desbrozar, picar, allanar, cavar el huerto, e intentar poner un poco de orden en la parcela.

Con el tiempo se daban cuenta de que debían habilitar un lugar donde guardar las herramientas adquiridas y algunos trastos y, de paso, donde guardar el coche a la sombra y poder cobijarse ellos del sol o de la lluvia.

Y construyeron “el garaje”.

Un gran paso, ya no había solo campo abierto, ya había una construcción, un refugio. Precaria, eso sí, ¡pero era nuestra, nuestra propia cabaña!

Teniendo un techo, plantearse pasar todo el fin de semana era el paso lógico siguiente. Así que, un par de colchones en el suelo y “voilà!” nuestro sueño ya va tomando forma.

Y claro, inmediatamente surgieron nuevas necesidades. Necesitamos un baño, un sitio donde cocinar, comer y guardar la paella, la parrilla y el resto de los trastos, una habitación para los niños y…

Y poco a poco nuevas habitaciones, pequeñas y funcionales, fueron rodeando al “garaje” que se convirtió entonces en “el comedor” Y también poco a poco se fue terminando “la casa”.

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Pero ¡qué casa!

Desde luego estaba lejos, muy lejos de la casa que un día soñaron, incluso de la que hoy en día podrían pagar y construir si empezasen de nuevo.

La distribución era todo menos lógica. La orientación tampoco era la indicada, además ya no era posible hacer aquel porche soñado. El tamaño de las diferentes piezas era minúsculo, ahora no cabían el nuevo armario y la cama. Cuando se construyó quizás era un gran reto, parecía suficiente, pero visto ahora…

Es evidente que no se partió de un plano, y en el mayor de los casos ni tan solo de un sencillo croquis con todo el proyecto. Solo se planteó un garaje, una cabaña. Y a partir de ahí se fue improvisando, añadiendo y creciendo, dando respuesta a las necesidades inmediatas.

Ahora, tras tantos años de esfuerzo, tanto dinero invertido y con todo lo construido, es demasiado tarde y costoso tirarlo todo y comenzar de nuevo. El sentido común dice eso, pero ya no es posible hacerlo, resultaría demasiado caro, demasiado molesto.

Echar abajo todo, el esfuerzo de tantos años, tantas vivencias y recuerdos… Pagar por derribar y volver a pagar por construir, es demasiado coste, en todos los sentidos.

Habrá que conformarse, como se ha hecho hasta ahora. Y total, “para nosotros ya nos está bien, nos hemos acostumbrado. Aunque no haya un distribuidor y haya que acceder a una habitación a través de otra.

Con las empresas ocurre lo mismo.

Un día comenzamos con un sueño en la mente, generalmente poco definido, pero con claras expectativas de que el negocio con el tiempo iría bien. De hecho, no se montó un negocio, sino que, en la mayor parte de los casos, se trataba de ejercer una profesión. Más bien era un auto empleo bajo el aspecto de un negocio.

Y empezamos ligeros de equipaje, tampoco existía otra opción. Luego, el tiempo, los clientes, el personal y las circunstancias nos han traído hasta aquí, hasta donde estamos ahora.

Y muchas veces este “aquí” se perece bastante a esa casa que fue creciendo ampliación tras ampliación resolviendo unas necesidades momentáneas que entonces parecían lógicas, pero sin plan, y sin plano alguno.

Y ahora, que ya no podemos crecer más en superficie, resulta que tampoco podemos hacerlo en altura. No hicimos los cimientos adecuados en su día para construir una planta encima, ¡quién iba a pensar en eso entonces!

Quizás, tras mucho esfuerzo y sufrimiento, hemos acabado creando algo poco operativo. Algo mal dimensionado, con cuellos de botella, con puntos sin salida, con procesos largos, caros y costosos.

Hemos ido resolviendo los problemas tal como se presentaban, nadando siempre a contracorriente, sin poder sacar la cabeza para ver qué estaba pasando.

Hemos creado unas inercias, unos protocolos y unas maneras de hacer “las nuestras”. Tenemos hasta nuestro propio lenguaje, y nuestra peculiar forma de operar.

Pero nos damos cuenta de que el local o nave que compramos en su día no es el adecuado para estos tiempos, ni tampoco el lugar en el que lo ubicamos. Pero claro, la oferta fue tentadora en su día, una oportunidad que había que aprovechar.

Los vehículos de transporte tampoco son los que deberían ser, ni en cantidad ni en tamaño. Ocurre lo mismo con la distribución y con la ubicación de las máquinas, resulta poco operativa y algunas de ellas no son las más adecuadas para las necesidades actuales. Pero “es lo que hay”.

Y en cuanto al organigrama ¿hay un organigrama, algún tipo de organización?, los cargos o responsabilidades teóricas o reales de la plantilla… mejor no hablar.

¿Quién cambia todo eso ahora? ¿Y cambiar cómo? ¿Y qué?

Sabemos que algunas cosas (o muchas) están mal, que otras están sobredimensionadas y que otras se nos han quedado justas hace ya tiempo.

Pero ¿qué hacer?, ¿crecer, o reducir la empresa?, ¿cerrar y volver a empezar de nuevo? ¡Imposible! Demasiado caro, no hay dinero ni tiempo para todo eso. Ya no.

Empezar de cero no es posible, continuar igual tampoco. Elija lo que elija, es una mala elección, perder por un lado o perder por el otro. Y no elegir ni hacer nada, es también una elección, tal vez la menos adecuada.

No hay nada peor que la frustración. Elijas lo que elijas, siempre acabas perdiendo.

Y a nadie le gusta perder. Así que, asúmelo, ante la frustración solo es posible la aceptación. Debes aprender a aceptar lo que no puedes cambiar.

Y, tras la aceptación, acción.

La ira y la depresión, ya sea juntas o separadas, por este orden o, al revés, no sirven para nada. Son reacciones humanas, sí, pero absolutamente inútiles, no aportan nada ni solucionan nada, solo sirven para perder el tiempo en lamentaciones y en suposiciones.

Así que, si me permites un consejo: llora unos minutos, grita algunos más, y fin de la historia.

Tu rincón de llorar favorito es un lugar tan inútil como poco productivo. No te refugies ahí, ¡ponte a trabajar, haz algo!

Y por favor, no sigas, no pongas más ladrillos, párate. Detente y observa. Mira lo que está bien y mira lo que está mal.

Es el momento se sacar conclusiones.

Anota todas las conclusiones a las que hayas podido llegar, tanto las buenas, que sin duda las habrá, como las malas, que también.

Y tras las conclusiones “acción”. Traza un plan de acción.

Sobre todo, no intentes comenzar por lo más grande. No es tarea de una tarde, y tampoco te focalices en lo que no puedes cambiar. Mejor prepara una lista de acciones de todo lo que sí puedes cambiar. Eso te dará nueva energía, creencia y motivación para pasar a asuntos más grandes.

Y mi consejo final:

Si no quieres repetir la historia, tienes que definir primero lo que deseas lograr. Hay que hacer unos buenos planos y unos buenos planes.

¿Necesitas ayuda en este aspecto?, ¿Quieres ver mis herramientas? ¿Te gustaría hacer el viaje acompañado? O, mejor aún ¿hacerlo en grupo y compartir experiencias, no estar solo?

Cuando necesito un mueble yo voy al carpintero y cuando necesito asesoría a un fiscalista, contable o abogado. Busco el profesional adecuado, el que sabe resolver mi problema. He descubierto que es la mejor opción, la más rápida, efectiva, segura y, al final, la más barata.

¿Qué vas a hacer tú? ¿Quieres que hablemos? Puedes llamarme ahora para despejar dudas.

También puedes comentar lo que te apetezca más abajo, lo leeré y te responderé. O compartir este post en las páginas de tus redes (tienes barras con botones para hacerlo) ¿Me echas una mano?

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Fermín Lorente

Fermín Lorente

Experto en mejorar RESULTADOS EMPRESARIALES. Formador en organización empresarial y en liderazgo. Fundador de New Deal.

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