Aún lo recuerdo bien, fue en una sesión de formación; una de tantas, y fueron muchas. Y fue también una de tantas cosas que se dicen o se cuentan, solo una más. Pero, por alguna razón ésta permaneció en mi memoria, me cautivó, y logré retenerla. Siempre la he tenido presente en mis decisiones, tanto en la vida como en los negocios. Y no me he arrepentido ni una sola vez.
Aún puedo ver con claridad el dibujo, hecho con rotulador azul sobre la pizarra blanca. Una montaña alta, muy alta, con un camino estrecho, solitario, empinado y zigzagueante que llevaba a la cima. Y sobre la cima, un letrero que decía «ÉXITO».
Junto a esa montaña una amplia autopista con muchos carriles. Y muchos coches circulando alegremente por ella. Todo el mundo estaba en la autopista.
La moraleja de la historia cuenta que solo hay un camino al éxito. Y ese camino nunca es fácil. Si fuese fácil todo el mundo tendría éxito, y todos seríamos ricos y felices; y todo sería de color de rosa y, ya sabes, comeríamos perdices. Pero no es así como funcionan las cosas.
El éxito es una escalera que se sube peldaño a peldaño. En las cosas importantes de la vida no hay ascensores ni atajos.
También cuenta la historia que el camino difícil entraña, evidentemente, muchas dificultades. Para empezar, es un camino donde vas tú solo, y eso hace que te cuestiones permanentemente qué estás haciendo allí, qué pretendes demostrar, y a quién. ¿Por qué vas tú por ahí mientras que todo el mundo va por otro camino? Pesa tanto la mochila de la soledad obstinada…
También es un camino lento, siempre cuesta arriba, lleno de polvo y de piedras, lo que hace que te canses, que sudes y que sufras a cada paso. La idea de tirar la toalla es persistente, sobre todo cuando ves lo que falta todavía para llegar a la cima. Parece inalcanzable. Y tu voz interior no para ni un momento, no da un minuto de sosiego.
Mientras lo transitas, en solitario y sufriendo, ves pasar los coches por la autopista, rápidos y alegres, con la música alta y el aire acondicionado puesto. Oyes sus risas y a cada curva del camino, vas mirando de reojo las suaves pendientes que te pondrían en la autopista en un santiamén, un suave paseo cuesta abajo y todo habría acabado en un momento, ¡qué tentación!
¿Qué te mantiene en la ruta en contra de todo y de todos? ¿Aún sigues ahí?
Has te tener una fuerte determinación para no abandonar. Y mucha disciplina y control para seguir. Y grandes expectativas y una visualización muy clara de lo que te espera arriba, del premio, de lo que vas a conseguir en la cima. También una autoestima a prueba de bombas. Porque el bombardeo interior y el exterior, no cesa. Qué fácil sería rendirse, dejarse llevar, abandonar…
Y, ¿sabes?, lo importante no es el premio, no es lo que te espera arriba. Lo importante no es el destino, sino el camino. Es en lo que te transformas haciendo el camino, superando un reto tras otro, desarrollando nuevas cualidades como la disciplina, el esfuerzo o la perseverancia. Es un viaje transformador, la persona que empieza y la acaba, no son la misma persona, te has transformado en algo diferente, más capaz de enfrentarse a nuevos retos, de crecer. Eres más y tienes más alcance, ahora puedes ver más lejos. Y tienes la confianza de que puedes alcanzar los nuevos retos, lo acabas de demostrar.
Si te fijas un poco, verás que todo el mundo elige el camino fácil, todos van por la autopista. Te dirán que no, que ellos no. Pero no te lo creas, observa, casi nunca es cierto. La mayoría de la gente prefiere tomar pastillas para adelgazar que hacer dieta y deporte. Pero las pastillas no funcionan. ¿Qué cómo lo sé? Fácil, si funcionasen ya no habría nadie gordo. Pero es fácil creer que sí, que funcionan, y es fácil tomarlas.
Recuerdo hace años cuando mucha gente se prejubilaba y montaba un bar. Entonces era un buen negocio, ahora la mayoría no, ya no. Luego se pusieron de moda los videoclubs ¿recuerdas? Apenas queda ninguno. Recientemente han sido las tiendas de cigarrillos electrónicos. Esto ha durado menos, ha sido visto y no visto. Y seguro que me olvido algún otro ¿no?
No es lo mismo afiliarse a una franquicia que crear tú una. El esfuerzo, la inversión, el tiempo y el riesgo, son muy diferentes, y el beneficio también. Hay que ser justos, para coger peces, «hay que mojarse el culo».
Y en los estudios lo mismo. Carreras que se ponen de moda, donde la gente hace cola y que al poco tiempo dejan de tenerla. Se acabó la salida profesional por esa puerta. Un montón de diplomados sin trabajo.
Nos movemos en masa, entramos en los bares llenos y no entramos en los que están vacíos: «por algo será y no voy yo a ser el tonto, más vale asegurar».
Los americanos lo llaman el «stupid think» (no lo voy a traducir), aquí en Europa lo llamamos «pensamiento global». Creencias generalizadas que la gente cree y que la gente sigue. Y es que es más cómodo seguir y no pensar, que pensar y enfrentarse a todos los demás. Y finalmente fracasar. Quién se enfrenta a fracasar en público. Es mejor fracasar globalmente, es más fácil encontrar culpables, pero fracasar solo ya es otra cosa… ¡a quién voy a culpar!
Cuando por fin decidí montar mi propio negocio, recuerdo que tomé el coche y algún avión. Tenía mis ideas claras, pero también quería ver y saber qué habían hecho otros. Y recibir su opinión y su inspiración. Es decir, mis ideas estaban claras pero mi mente estaba abierta.
Recuerdo que casi todo el mundo hacía cosas parecidas y que estaban muy lejos de mi visión. O yo lo estaba de la de ellos. También recuerdo que todos, unánimemente, me recomendaron que no desarrollase un determinado proyecto que yo deseaba hacer y que, además de difícil, era caro. Me aseguraron que me iba a equivocar y a arrepentir.
Difícil decisión, porque ese era el centro y el fondo de mi gran reto. Revisé mis notas, y lo analicé lo mejor que pude y que supe. Y elegí el camino difícil, arriesgué.
En estas fechas han pasado ya casi dos años y puedo decir que estoy muy contento de la decisión que tomé, aunque tuve mis dudas y mis miedos.
La mayoría de los que visité ya no están en la autopista, no tiene sentido hacer kilómetros sin destino, al final te cansas, han salido por carreteras secundarias. Yo sigo mi camino, despacio, siento que voy bien, que cada día estoy más cerca, ya puedo ver la cima. Y empiezo a creer que llegaré. Ahora la subida no parece tan difícil, no cuesta tanto.
Al igual que el dibujo, también sigue en mi mente una frase que oí:
Los caminos fáciles no llevan a ninguna parte.
¿Qué crees tú? ¿tienes algún ejemplo al respecto?, ¿algo que compartir? Aquí abajo puedes hacerlo. Atrévete, no es tan difícil.
2 comentarios en “Elige el camino difícil o no llegarás a nada”
Que bueno Fermín! Muy inspirador…
Buenos días Daniel,
inspirar, grande y bonita palabra.
Si así ha sido, me alegro mucho.
Son cosas cotidianas que pasan por mi vida, solo hay que estar atento.
Un abrazo.