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New Deal - 76 - Un segundo de pereza y una vida en la cuneta

Un segundo de pereza y una vida en la cuneta

Es lunes, es muy temprano y suena el despertador, como todos los lunes. Pero esta vez tienes la extraña sensación de que acabas de acostarte, estás cansado. ¡No puede ser que ya haya pasado toda la noche!, te dices para tus adentros. Y por esta vez, solo por esta vez, en lugar de saltar de la cama, decides dar media vuelta, solo 5 minutos más, se está tan bien aquí…

De repente, te despiertas sobresaltado ¡Te has dormido, vas a llegar tarde! Y empiezas a correr con una tremenda sensación de agobio que te oprime todo el cuerpo. Y claro, a partir de ahí todo funciona mal, o peor. Las cosas rutinarias que realizas fácilmente cada día, al cambiar el ritmo, no funcionan bien. Derramas el café por el suelo y tienes que limpiarlo, tropiezas y te haces daño, y más cosas, ya sabes… Al final, sales corriendo, dejándolo todo por el medio.

Hoy todo parece conspirar contra ti. El camión de la basura te retiene, te impide el paso, mientras tus nervios siguen tensándose a cada minuto… ¡Si es que hasta los semáforos se han puesto de acuerdo para fastidiar; todos en rojo!

Estoy convencido de que has vivido alguna situación muy similar. O quizás esta misma situación. Pero no sufras, no va a haber ningún accidente de tránsito, tan solo estoy utilizando el símil de la cuneta a modo de metáfora.

Fíjate bien, la decisión de concederte 5 minutos más, la tomaste en un segundo, quizá en menos. Pero esos 5 minutos se convirtieron en 30 y, a partir de ahí, se te complicó el lunes, no pudiste llegar a todo, y a continuación se te complicó toda la semana. ¿Te ha pasado esto alguna vez?

Vale, pues voy a contarte un secreto que he descubierto hace muy, muy poco “una nueva dimensión de la pereza”.

Resulta que todos somos perezosos. Sí, todos, absolutamente todos, aunque cada uno tiene pereza para cosas diferentes. Y también he aprendido, muy recientemente, las razones del por qué las personas funcionamos así, las causas de nuestra pereza.

Si eres de los que madrugan y trabajan duro, probablemente estés en desacuerdo, pero permíteme un poco más de margen. Y verás que tú también eres perezoso.

Cuando digo nueva dimensión, me refiero a que la pereza no tiene que ser necesariamente por madrugar, o por ejecutar un determinado trabajo, por largo o duro que sea para nosotros, sino que la pereza existe tan solo en el momento de comenzar “determinadas” actividades.

Y ocurre solo en ese instante. Es en ese segundo, cuando decidimos actuar o no actuar. Después de eso el proceso continúa por la vía elegida, tanto en un sentido como en el otro, pero la decisión ya está tomada.

Te pongo un ejemplo mío

A mí me gusta ir a correr, suelo hacerlo un par de veces por semana. Cuando estoy en casa y falta muy poco para coger la bolsa e irme a correr comienza el “ataque mental”. “Parece que hoy hace mucho frío (o calor), tengo un pequeño tirón en la pierna, ¿tendré problemas?, tengo mucho trabajo que acabar…” ¿Te suena esta canción?

Pues bien, en algunas ocasiones, me condiciono negativamente, me vence la pereza (o tiro de mi fabulosa lista de excusas) y acabo quedándome en casa, o trabajando, por muy claro que lo tuviese y a pesar de estar anotado en mi planificador.

Afortunadamente la mayoría de las veces cojo la bolsa y voy. Y aquí viene lo curioso, una vez he tomado la bolsa de deporte y he dado el primer paso, la pereza ha desaparecido. Ahora ya es la vieja rutina de siempre, bajo al parking, cojo el coche, voy a mi club, me cambio, y a correr. En ningún momento de todo ese proceso vuelvo a sentir pereza, tan solo ha ocurrido en el primer instante, en el momento de decidir si cojo la bolsa o no la cojo. Decidido esto, ya no hay problema.

¿A ti te pasa igual?

No respondas, era una simple pregunta retórica, sé perfectamente que también te pasa a ti, le pasa a todo el mundo. Lo único que a cada uno nos da pereza algo diferente.

A algunos de mis clientes les da pereza sentarse delante de un ordenador, a otros escribir, a otros hablar en público o con su equipo, a otros la actividad comercial, a otros el papeleo…. Hay tantas perezas como personas y situaciones. Pero todos tenemos cosas que no nos agradan y que evitamos tanto como podemos, incluso aunque nos vaya en ello alguna cosa importante, como la marcha del negocio, la familia, o la salud. Y nos llamamos seres racionales…

Gente que se apunta al gimnasio, que paga y no va; que comienza una dieta y que compra un libro que ni empieza. O los buenos propósitos del nuevo año que acaban olvidados antes de que finalice enero. Todo el mundo sabe eso, pero no parece que nadie emprenda acción alguna para arreglarlo, para cambiar la forma en que funcionamos.

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Al parecer, la mayoría somos seres que vivimos inconscientemente, repitiendo lo mismo de cada año, de cada mes y de cada semana. Somos tan previsibles… Eso sí, nos mostramos descontentos de cómo nos va la vida, como si hubiese una conspiración para fastidiarnos y no permitirnos mejorar.

Nuestra mente nos va avisando sobre lo que deberíamos estar haciendo, en lugar de lo que estamos haciendo. Sabe que no está bien, y nosotros también lo sabemos, pero es más cómodo mirar hacia otro lado y buscar la comodidad inmediata, a pesar del sentimiento de culpa que sufriremos después ¿te das cuenta de lo parecidos que somos todos?

Pues llegados aquí, te voy a revelar el segundo secreto

Las tres cosas que nos dan pereza a todos, que nos llevan al fracaso. Toma buena nota porque a partir de ahí estará en tus manos cambiar y mejorar:

  1. Sentimos pereza por las cosas que desconocemos. Lo nuevo asusta. Todo lo nuevo, aquello a lo que nunca nos hemos enfrentado antes. Cosas que tal vez sepamos “en teoría”, pero que jamás antes hemos hecho.
  2. Sentimos pereza por las cosas demasiado grandes. Todo aquello que es grande, sea de tamaño o de duración en el tiempo, queda relegado para una mejor ocasión. Para mañana, para el lunes, para después de vacaciones, o para el año que viene. En otras palabras, para nunca. Los elefantes sobrecargan al cerebro y éste, se escapa.
  3. Sentimos pereza para las cosas que no nos gustan. Todo aquello que no nos gusta hacer, o que “tenemos” que hacer, nos pone mal cuerpo, y se queda sin hacer. Nuestro magnífico y automático sistema de funcionar (nuestra actitud) dispone de todos los recursos para que así sea. Y ni siquiera nos damos cuenta de cómo actuamos.

Ocurre que, en el preciso instante en que te planteas una acción, aunque no te des cuenta de ello, en tu cerebro se ilumina una imagen. Cargas una película que visionas tan deprisa que ni tan solo eres consciente de que ocurre. Pero ocurre.

Si la acción es positiva y agradable, el cuerpo se pone en marcha, si la acción es negativa o desagradable, el cuerpo se paraliza.

Y aunque las causas que lo provocan sean de índoles muy diferentes, la sensación corporal siempre es la misma (presión corporal, el estómago se encoge, o el corazón se acelera). Y el resultado está servido. En PNL se conoce esto como bloqueo neuromuscular, la cabeza da la orden, pero el cuerpo se niega a obedecer, así de simple.

Sin notarlo, sin apenas darnos cuenta, con el tiempo, hemos ido montando un sistema de respuestas, de protocolos “anti acción” que nos llevan a dilatar, a dejar las cosas para mañana.

Y se nos pasa la vida llena de intención, pero sin apenas acción. Estamos en la cuneta, varados, mientras somos adelantados por otros que empezaron mucho más tarde que nosotros, y con menores recursos, pero que ahí están, avanzando, mientras nosotros tenemos que cambiar la rueda. Pero ya ni recordamos cómo se hace eso, o dónde hemos puesto el gato.

Y todo por un segundo, ese maldito segundo que nos ha dejado en la cuneta, fuera de la carrera, maldiciendo y lamentando.

Ah, me olvidaba, malas noticias, no podemos eliminar la pereza. Una vez el hábito (bueno o malo) nos ha infectado, podemos minimizarlo, o combatirlo, pero, al igual que los virus, seguirá “latente” esperando la próxima ocasión para volver a atacar de nuevo.

En mi opinión, que la experiencia me ha confirmado durante años, el hábito de la dilación (demorar, dejar para mañana) es el hábito más pernicioso y extendido de nuestro país. En lugar de coger al toro por los cuernos, en lugar de enfrentarnos a las cosas, solemos responder con cosas como: “Ahora no es el momento” o “llámame después de fiestas”.

Entonces, ¿qué podemos hacer?, ¿hay algún remedio para dejar de ser perezoso?

Sí, también hay buenas noticias, existe el remedio, y estos son los pasos para solucionarlo:

  1. En primer lugar, reconocer que, ciertas cosas que no dominamos, nos dan pereza y las evitamos.
  2. En segundo lugar, identificar aquellas cosas concretas que nos dan pereza, hacer un pequeño listado.
  3. Crear un comportamiento alternativo. “Cuando me dé cuenta de que… haré…” (programar un hábito o comportamiento alternativo y positivo).
  4. Llevar un sistema de seguimiento y medición para asegurarnos de que estamos actuando diariamente, de que el nuevo hábito se está implantando.
  5. Repetir, repetir y volver a repetir, hasta que el nuevo hábito o comportamiento, por repetido, deje de ser incómodo y se convierta en algo conocido, en una rutina más, en un patrón de conducta habitual, en nuestra nueva manera automática de responder a algo.

Si haces esto, te garantizo que cambiarás muchas cosas en tu vida, desarrollarás nuevos hábitos, nuevas actitudes y nuevos comportamientos.

Y los nuevos patrones te llevarán a los resultados y al éxito, a hacer lo que antes evitabas, a superarte, a enfrentarte a los problemas, a crecer y a ser más.

¡Bienvenido al cambio!

Te toca. ¿Estás de acuerdo?, ¿en completo desacuerdo? ¿Quieres comentar o aportar alguna cosa? Puedes escribir más abajo.

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Fermín Lorente

Fermín Lorente

Experto en mejorar RESULTADOS EMPRESARIALES. Formador en organización empresarial y en liderazgo. Fundador de New Deal.

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