Me levanté de mi escritorio, fui a la nevera, llené un vaso de agua, me lo bebí, y volví de nuevo a mi trabajo. De repente, y por pura casualidad, tomé consciencia de lo que acababa de hacer, es decir, fui consciente de mi acto automatizado e inconsciente.
Me pregunté por qué había hecho eso, y la repuesta fue inmediata: tenía sed.
Eso me llevó a la segunda pregunta: ¿cómo sabía que tenía sed?
Ahora la respuesta ya no estaba tan clara. El proceso parece muy simple y lógico: mi cuerpo tuvo necesidad de hidratarse y de alguna manera lo comunicó al cerebro mediante una sensación corporal que francamente me cuesta identificar. Pero la orden fue lo suficientemente potente como para generar la sensación de sed en mi cerebro, para que éste visualizara mi nevera y ordenara a mis músculos la acción de levantarme, ir a la nevera, abrirla, coger la botella, llenar un vaso y beber el agua.
Para lograrlo, tuvo que desconectar mi mente de lo que hacía, concentrarla en el nuevo pensamiento, fijarlo, y crear «la tensión» necesaria para que todo mi deseo, mi intención, y mis acciones fuesen uno y único. Hasta que estuvo satisfecho.
Toda esa rutina fue automática, ordenada, sencilla, programada… y totalmente inconsciente.
Es decir, no fue un acto premeditado y consciente sino una respuesta automática, todo un protocolo de respuesta a una sensación corporal. Ahora que lo pienso, lo mismo ocurre cuando voy al baño o cuando existen otras necesidades a satisfacer.
Puedo identificar y recordar (o visualizar) el proceso y mis pensamientos, incluso puedo conectar, aunque no tan fácilmente con la emoción de la sed, pero me es bastante más difícil, localizar la sensación que desencadenó toda esta acción. No la puedo localizar concretamente en mi cuerpo, me es difícil sentirla de nuevo o reproducirla, fijar la parte exacta de mi cuerpo donde ocurrió, qué sensaciones sutiles o tensiones noté en aquel preciso instante.
Todo esto me lleva a pensar que estamos bastante desconectados de nuestro cuerpo, que le obedecemos, pero que no le escuchamos, que apenas le prestamos atención, que la mente y el cuerpo los consideramos como elementos separados, y eso es un grave error.
Hemos necesitado mucho tiempo a lo largo de años para crear las miles de rutinas que nos gobiernan, pero una vez creadas, nos facilitan la vida enormemente… ¿o nos la complican?
SENSACIONES, EMOCIONES, PENSAMIENTOS, HÁBITOS Y RUTINAS: CÓMO TOMAN NUESTRO CONTROL.
¿Qué tal si primero empezamos por definir qué es cada cosa para después ver como se interrelacionan entre ellas y cómo nos facilitan, o nos complican la vida?
LAS SENSACIONES
Frío, calor, sed, hambre, cansancio, sueño, dolor o placer, son sensaciones corporales que el cuerpo experimenta, pero ¿eres realmente consciente de ellas, o simplemente las ignoras «por conocidas»?, ¿prestas atención a lo que tu cuerpo te pide?, ¿escuchas a tu cuerpo?.
Las sensaciones son «eso» pero ¿cómo sabes que tienes frío?, ¿cómo siente tu cuerpo?, ¿dónde lo sientes concretamente?, ¿qué órgano o zona interna o externa corporal es la que se contrae o expande, vibra, da un pinchazo, o una presión determinada?, ¿lo sabes?, ¿te das cuenta?, ¿eres consciente de lo que siente tu cuerpo?, ¿o tu cuerpo y tú vais por caminos diferentes?
Y una particularidad, las sensaciones siempre ocurren en el presente, tú sientes aquí y ahora. Puedes tener recuerdos que te provoquen sensaciones, pero, aunque los recuerdos sean de hace muchos años, tú estás sintiendo aquí y ahora, las sensaciones solo ocurren en el presente. ¿Curioso no?
LAS EMOCIONES
Miedo, ternura, ira, alegría o tristeza, son emociones y aunque erróneamente pensamos que se pueden sentir, no es así, lo que realmente sentimos son las sensaciones corporales a las que éstas emociones nos conectan. Es decir, una emoción de ternura puede provocar una lágrima, pero lo que realmente sentiré, la sensación, es una cierta presión en mi corazón o en otra parte de mi cuerpo, e incluso cómo se desliza por mi piel esa lágrima. Aunque normalmente tendemos a confundir la emoción con la sensación, son cosas diferentes, más bien son la causa y el efecto y tanto una puede ser causa de la otra como a la inversa.
Las emociones tienen la particularidad de que no pueden vivir en el presente. Si lo analizamos, la emoción siempre viene provocada por un recuerdo del pasado o por una visualización del futuro.
LOS PENSAMIENTOS
El ruido incesante y permanente de la mente: recuerdos, visiones, ideas, procesos, diálogo interno, preocupaciones… Pensamientos de toda índole pasan veloces por nuestra mente, pasamos de uno a otro sin conexión aparente, somos dispersos por naturaleza, nuestra mente nuca está quieta. Nos distraemos con una mosca, y acabamos en Pekín, o en las vacaciones de hace 10 años. Y no tenemos la menor idea de por qué.
Mantener la concentración en algo es todo un reto y, en ocasiones, el mismo intento hace que nos concentremos en él, y no en el motivo o foco de nuestro interés. Perdemos la consciencia de qué hacemos, de dónde estamos, de quienes somos… perdemos el control. Una simple pregunta, externa o interna, puede llevar tu pensamiento a los lugares más lejanos e inesperados. La mente inquieta siempre «necesita» encontrar la respuesta, nada puede quedar sin solución.
Si no me crees pregúntate: ¿cuándo ha sido la última vez que me he enfadado? ¿Dónde te ha llevado tu mente, a esta mañana, al mes pasado?, ¿qué pasaba?, ¿con quién estabas?, ¿cuál fue el motivo?, ¿Dónde estás ahora mismo?.
Los pensamientos también tienen su peculiaridad. Como las emociones, tampoco pueden vivir en el presente, siempre son recuerdos del pasado o proyecciones del futuro.
EL ESTRÉS Y LA ACCIÓN
Sin estrés no hay acción. Punto. No me voy a referir ahora al estrés «negativo», esa sensación corporal que sentimos cuando tenemos la emoción de sentirnos desbordados, sobrepasados… No, voy a referirme al estrés positivo, al que nos lleva a la acción: Si estoy sentado en una silla y no tengo ninguna necesidad que satisfacer, nadie me espera y no existe motivo para levantarme, sencillamente permaneceré en ella, sentado, hasta el fin de mis días. En otras palabras, es necesario un motivo para pasar a la acción, debe existir una motivación.
Se sabe de antiguo que los motivadores que ponen en marcha a las personas, aquello que nos hace «entrar en acción» son básicamente dos: obtener un beneficio o evitar una pérdida.
El beneficio puede ser económico, emocional, o satisfacer una necesidad, aunque sea satisfacer la curiosidad, pero debe existir un motivador de la acción.
La pérdida a evitar es el otro gran motivador de la acción. Imagina que vas en tu coche, ves una señal de radar, la cámara y vas pasado de velocidad… ¿Estás motivado para frenar? La pregunta adecuada ahora debería ser: ¿de qué me sirve a mi saber todo esto?, ¿en qué me puede beneficiar?
Vale, aquí viene la respuesta. Imaginemos que:
- decido poner metas en mi vida, en lugar de dedicarme a viajar sin rumbo, dar dirección a mi vida.
- tras definir una meta, pongo el foco en los beneficios que me proporcionará lograrla ¿qué veo?, ¿qué emociones evocan mis pensamientos y visión? ¿qué sensaciones experimenta mi cuerpo? Si mi cuerpo dice sí, mis piernas se moverán en la dirección esperada.
- visualizo los obstáculos que encontraré por el camino como «eso», simples obstáculos que debo superar para lograrla, y que visualizo soluciones que aplicaré en tal caso.
- realizo un plan de acción (toma nota que nadie en el mundo realiza planes de algo que no piensa hacer o en los que no cree) ¿Te das cuenta? ¡Estoy viendo el camino! Y es sabido que cualquier cosa que pueda ver, es posible de lograr.
- veo o uso una foto de mi meta conseguida, o del objeto o beneficios que disfrutaré de mi esfuerzo, del logro que conseguiré.
Y unas preguntas para finalizar:
¿qué me está moviendo si pongo metas en mi vida: el miedo y la preocupación o el reto y la ilusión? ¿Qué pensamientos me guían, qué emociones les acompañan y qué sensaciones experimento? ¿Cómo estoy programando mi mente para mi futuro, para el éxito y la acción o para el fracaso y la parálisis?
¿Qué piensa tú de todo esto? ¿Vas a usarlo? ¿Cómo?
5 comentarios en “¿Qué es lo que nos mueve?”
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Hola Fermín
2 cosas a tener en cuenta en este post:
1. Acabo de descubrir que las emociones y los pensamientos (este último si que lo sabia) están centrados o en el pasado o en el futuro y no en el presente como las sensaciones, tremenda reflexión Fermín.
2. Las metas son fundamentales para lograr lo que deseo en mi vida, sino hay metas, no hay ACCIÓN ENFOCADA y orientada al logro esperado.
GRACIAS por tus aportaciones semanales me ayudan mucho a seguir mi camino del emprendedor.
Gracias a ti Jordi, por ser valiente y escribir y compartir.
Con una buena y clara visión de futuro, un buen plan y algunas actitudes como disciplina, esfuerzo y perseverancia, se pueden marcar grandes diferencias.
Y llegar muy lejos.
Un saludo.