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New Deal - 48 - Hábitos: construirte o destruirte, tú eliges - parte 1

Hábitos: construirte o destruirte, tú eliges – parte 1

Entiende cómo eres y cómo funcionas.

Siembra un acto y cosecharás un hábito.
Siembra un hábito y cosecharás un carácter.
Siembra un carácter y cosecharás un destino.

Charles Reade

Todo el mundo sabe qué es un hábito. Todo el mundo es consciente de que tiene hábitos. Todo el mundo conoce unos cuantos de sus propios hábitos. Todo el mundo conoce algunos de sus hábitos buenos y algunos de sus hábitos malos. Y, sin embargo, muy poca gente sabe de verdad la importancia de tener buenos hábitos. Y digo «de verdad» porque una cosa es la teoría y el sentido común y otra muy diferente es la realidad, a la vista de cómo nos comportamos los humanos. Supongo que de ahí viene eso de que el sentido común sea el menos común de los sentidos.

Detectarlos en los demás, si nos fijamos un poco, es relativamente sencillo: esa frase que mi amigo suele repetir, esa manera de enfatizar, de explicar, de saludar, de dar la mano, de contestar al teléfono, de comenzar, de abandonar o rendirse, la hora a que nos levantamos, el ritual de higiene, la forma de conducir… y miles de cosas más son procesos habituales de comportamiento que usamos de forma predeterminada. Pero inconsciente.

Y los hábitos, acaban por determinar nuestro destino. Cosecharemos lo que sembremos y las semillas de lo que sembramos se llaman hábitos. No es nada nuevo, los filósofos de la antigua Grecia y de la antigua Roma, ya sabían bastante al respecto:

[blockquote cite=»Aristóteles» type=»center»]Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta.[/blockquote]
[blockquote cite=»Ovidio» type=»center»]Nada hay más fuerte que el hábito.[/blockquote]

Pero ya se sabe, una cosa es predicar y otra dar trigo. Es muy fácil dar consejos, pero es más difícil aplicarse la receta a uno mismo. Así que, si los hábitos tienen la capacidad de determinar nuestra vida y nuestro futuro, más vale que dediquemos un poco de tiempo en entender qué son, cómo funcionan y cómo podemos usarlos para nuestra mejora y beneficio. Comencemos por el principio:

Hábitos ¿qué son?

Un hábito es un proceso de respuesta automatizado, un patrón de comportamiento, una rutina o programa con el que funcionamos. Es nuestra respuesta habitual a una situación o a una petición. Es nuestra manera particular de hacer, de actuar y de pensar. Siempre que recibimos un «input» determinado, respondemos con un «output» que también está predeterminado. Si observas a las personas, comprobarás que sus comportamientos son perfectamente predecibles. Y tú y yo también lo somos, por supuesto.

Hábitos ¿cómo se forman?

Los hábitos se forman por la repetición de una actuación o forma de hacer o de pensar determinada. Observa un bebé: no sabe caminar y apenas coordina sus propios movimientos. Es un libro en blanco, todo está por escribir. Poco a apoco, con la práctica y la observación va adquiriendo nuevas habilidades.

Primero es un movimiento sencillo, como coger algo. Si funciona, si ofrece recompensa, se aprende. La próxima vez lo utilizaremos para lograr nuestro objetivo. Y así, vamos repitiendo hasta que fijamos el programa en nuestra mente, hábito tras hábito, programa tras programa. Después se agrupan y entrecruzan entre sí para formar hábitos más complejos, maneras de responder o de comportarse «macro hábitos» o meta programas. La repetición es la clave para la fijación de hábitos.

Hábitos ¿cómo funcionan?

Funcionan solos, no tienes que acordarte ni esforzarte porque no salen de la mente consciente, se alojan en nuestro inconsciente, tal vez por eso no seamos capaces de recordar ni de reconocer la mayor parte de nuestros propios hábitos. Han estado ahí desde siempre y nos acompañan, forman parte de nosotros mismos. De hecho, si te fijas, ¡somos nuestros propios hábitos!

Independientemente de lo que estés haciendo o pensando, si te piden la hora, la das, si te dan la mano, tú haces lo mismo, si te saludan, devuelves el saludo. Salvo casos poco habituales, todos funcionamos de forma parecida. Los programas de cada uno pueden ser diferentes, pero menos de lo que pensamos.

Levantarse, ritual de higiene, desayuno, transporte, trabajar, un café, trabajar, comer, trabajar, transporte, a casa, familia, niños o deporte, cenar, TV, y a dormir. Este, o alguno parecido, es el programa, un gran programa que está compuesto por miles de otros más pequeños pero que acaban por configurar este mayor.

¿Y mañana? Pues lo mismo, más de lo mismo. Y así hasta el fin de nuestros días. O hasta que alguien o algo, como la propia vida, o eso que llamamos circunstancias, lo cambie.

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Hábitos ¿hay buenos y malos hábitos?

Pues unos piensan que sí y otros piensan que no. Mientras que hay quienes defienden que el alcohol (todo) es perjudicial, otros defienden que, un poco de vino o una caña de vez en cuando, favorecen la salud. En mi opinión más que buenos o malos, es una cuestión de grado.

¿Y quién pone el límite entre un vaso, un poquito más, dos vasos… o toda la botella? Pues cada uno tiene su propio juicio, por eso, cuando intentas ayudar a alguien, recibes la típica (habitual) respuesta de «tranquilo que yo controlo». Pero es falso, no controlamos a nuestros hábitos, son ellos quienes nos controlan a nosotros.

El problema es que son comportamientos automatizados e inconscientes.

No somos conscientes de lo que hacemos ni de por qué lo hacemos, el programa funciona mientras que nuestra mente consciente está en otras labores. Apagar la luz al salir de una habitación, lavarse los dientes, cerrar la puerta de casa al marcharse, o la del coche tras aparcar, poner la radio o la tele, son hábitos, actos reflejos que realizamos sin pensar, sin ser conscientes.

De todas formas, la mayoría coincidiremos en que abusar del alcohol, de la comida, consumir drogas, el tabaco, el sedentarismo, o cualquier otra cosa que perjudique nuestra salud, nuestra economía, o las relaciones de familia y de amigos, son hábitos perjudiciales. Es decir, nos perjudican, porque tienen para nosotros consecuencias perjudiciales.

Y como ya se ha dicho, una cosa es saberlo y otra es dejar de hacerlo. Una vez el hábito está fijado, va a ser muy difícil luchar contra él. Además, tienen sus propios mecanismos de defensa. Por eso hacemos buenos propósitos que abandonamos, deseamos empezar de nuevo tras las vacaciones, el mes que viene, el lunes que viene… pero no es cierto, deseamos, pero no lo hacemos, nuestros hábitos pueden más que nuestra débil voluntad.

La dificultad radica en que, al realizar el hábito, ese comportamiento, nos ofrece un beneficio, un placer, esa es la clave. En ocasiones es muy sutil, cuesta identificarlo, pero es lo suficientemente poderoso como para persistir. Nos convencemos a nosotros mismos: «solo fumo cuando estoy nervioso», «me ayuda a relajarme», «me concentro mejor», cualquier excusa es buena para que nada cambie. Por cierto, esa manera de pensar también es un hábito, un hábito del pensamiento. Otro nombre para los hábitos del pensamiento es el de actitud.

Determinados programas de audiencias millonarias «no los ve nadie». Bueno, casi nadie. Te suena lo de «yo no lo veo, bueno, alguna vez para entretenerme, pero no lo veo. Por el contrario, cuando los hábitos nos favorecen, nos ayudan, su práctica nos ofrece resultados o beneficios de cualquier tipo, podemos calificarlos de hábitos buenos.

Hábitos ¿cuántos puede tener una persona?

Ignoro si alguien ha hecho un estudio, de hecho, me sorprende que los norteamericanos que lo miden y lo estudian todo no lo hayan hecho también con esto, pero realmente lo ignoro.

Lo que sí sé, es que son millares. Sí he dicho millares, si no me crees piensa un momento: algo tan aparentemente sencillo como lavarse los dientes, comporta una serie de rutinas o hábitos menores, como ir al baño, encender la luz, coger el tubo, abrirlo, coger el cepillo, poner la pasta, frotarse (de una manera, luego de otra, tal vez luego de otra), enjuagarse… Y luego ¿qué haces?, ¿te afeitas?, ¿te peinas?, más de lo mismo… y luego el desayuno, el periódico, el autobús… cada comportamiento está gobernado por infinidad de pequeños procesos entrelazados que puede funcionar solos o acompañado a otros de mayor rango. Programas, programas, programas…

Hábitos ¿pueden eliminarse?

Pues la verdad es que no. Tal vez no estés de acuerdo con una respuesta tan tajante, pero reflexiona un poco: ¿puedes eliminar tu manera de caminar? o ¿puedes dejar de enfadarte cuando…?, en definitiva, ¿puedes dejar de ser tú mismo? La verdad es que no, tú eres tus hábitos y tus hábitos son tú, te configuran como eres. Te ha llevado toda la vida «ser así».

Sí, claro, todo el mundo conoce a alguien que ha dejado de fumar, o de beber, o de cualquier otra cosa. Pero todo el mundo sabe que es muy sencillo (y en ocasiones tentador) volver a recaer, abandonarse y repetir el viejo hábito. El hecho de que no lo ejerzas durante determinado tiempo, no significa que haya desparecido, sigue vivo, muy vivo en tu interior, tú sigues conociendo la manera de…

Lo cierto es que no pueden eliminarse, pero pueden desplazarse. Eso significa que debes crear un nuevo hábito para que desplace al viejo. Tú no puedes dejar de ir a tu casa por el camino de siempre si no conoces un camino alternativo. Es así de simple.

Pero el hecho de conocer caminos alternativos no implica que los uses, ya he dicho que es una respuesta automática e inconsciente. Sin que te des cuenta, ya está otra vez en la brecha. Una y otra vez. Cuanto más hondo es el surco más difícil es salir de él.

Hábitos del cuerpo y hábitos de la mente.

Sí, has leído bien. Saludar, o nuestra manera de sentarnos, son cosas que hacemos, pero también existen hábitos del pensamiento. Es decir, una manera de pensar «habitual»: ¿somos pesimistas, optimistas, o realistas? Elige tú, seguro que tienes razón. Al menos tienes «tu» razón, que para ti es la que vale.

La cuestión es que muy poca gente tiene consciencia de tener hábitos mentales. Los hábitos mentales, el proceso a través del cual funcionamos y actuamos, también reciben el nombre de actitud. La actitud es la manera de responder a una situación tras un proceso de recoger información, formarse un juicio y ofrecer una respuesta de la que, si estamos satisfechos del resultado, pasará, mediante la repetición, a ser «la habitual». ¡Y eso pasa sin que realmente seamos conscientes de que está pasando! ¿Cómo podemos cambiar eso, nuestra actitud?

La semana que viene la segunda parte: Implementando el Proceso de cambio y de mejora.

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Fermín Lorente

Fermín Lorente

Experto en mejorar RESULTADOS EMPRESARIALES. Formador en organización empresarial y en liderazgo. Fundador de New Deal.

3 comentarios en “Hábitos: construirte o destruirte, tú eliges – parte 1”

  1. Fermin , no puedo mas que estar de acuerdo contigo , los habitos nadie los conoce , se habla mucho pero una exposición clara , es mejor que tanta teoria , el porcentaje de habitos que cada persona se conoce son pocos , Y sus origenes algunos ,estaran determinados por el genotipo , y otros por el fenotipo , y como tu dices no se cambian, afortunadamente tu me abres otro capitulo interesante , que es desplazar los viejos con nuevos hábitos .
    Me a hecho mucho bien leer tu exposición, muchas gracias
    Un saludo

  2. Pingback: Blog coaching - Rueda de la vida - ¿Por qué fracasa la gente?

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