Bueno, en realidad no es un tigre. Y realmente tampoco es un maletero, claro que para ser precisos tampoco se trata de un ser vivo, nunca ha vivido y nunca vivirá. No es un acertijo ni es ningún misterio, se trata de un peluche que siempre colocamos bajo el asiento del «correpasillos» de mi nieta. Ese es su sitio, siempre lo ha sido. Allí es donde la pequeña lo guarda y lo va a buscar.
De repente me pregunto por qué. Y la respuesta es sencilla, porque siempre ha sido así. ¿Siempre? Sí, siempre, toda la vida, aunque esa vida (la de mi nieta), tan solo es de 21 meses… pero ya es una costumbre, cuando no está fuera tirado por el suelo, «vive» en su maletero.
Por supuesto todo esto no es más que una anécdota cotidiana, pero resulta que los adultos hacemos lo mismo, solo que los juguetes son más grandes, la vida es más larga, y a veces los seres sí están vivos. Una creencia es una creencia, un hábito es un hábito, y una costumbre, pues eso. Si nadie lo cambia, «siempre» será así.
Una vez que te acostumbras a algo, lo conviertes en proceso, en hábito, en rutina… queda programado, tu inconsciente lo registra y ya está. La próxima vez no hará falta pensar ni decidir, el programa funcionará solo. Y cuantas más veces funcione más automático se hará, más hondo será el surco de la rutina. Y más difícil de cambiar, de salir del surco «porque las cosas son así, se hacen así, y siempre han sido así»
¡Qué difícil es cambiar las rutinas!, ya sean mentales o corporales. Bueno, difícil no, a veces resulta imposible. ¿Sabes por qué? pues si sigues leyendo te lo voy a explicar.
Resulta que el cerebro aprende, y el cuerpo también. Sí, el cuerpo aprende, tenemos una «memoria muscular». Fíjate en la gente cuando camina, su cerebro está quién sabe dónde, pero sus piernas se mueven solas, suben escaleras, cruzan las calles mientras hablan por teléfono… y todo eso «sin control» sin que el cerebro se ocupe de dirigir ni de coordinar. Bueno no al menos la mente consciente, pero sí se ocupa de hacerlo la mente inconsciente. Vamos por la vida «en piloto automático», ¿te suena?, ¿acaso no te has encontrado nunca conduciendo hacia el lugar de siempre cuando en realidad ibas a otro sitio?
Dime una cosa, ¿siempre que contestas al teléfono es un acto consciente? o es ya algo habitual, rutinario, programado… ¿y cuando de repente dejas lo que estás haciendo para responder al sonido de un e-mail o de un Whatsapp? O es que no te ha pasado nunca llegar al final del día después de correr y correr, agobiado, y con la sensación de no haber hecho nada. Bueno, de sensación nada, peor aún, ¡seguridad total!. Pues eso, funcionamos tomando decisiones automáticas, programadas y cambiándolas sobre la marcha de forma permanente, priorizando lo último sobre lo anterior, y así sucesivamente (que dicho sea de paso, también es un programa muy extendido y frecuente.)
¿Tienes un minuto? ¡Pues claro que sí!, la respuesta siempre es un sí, no es una decisión racional sino emocional. Es algo sabido, y no solo por psicólogos, coachs o estudiosos del comportamiento humano, son muy pocas las decisiones que tomamos al día realmente conscientes.
Nuestras creencias son las que son, nos aferramos a ellas como verdades absolutas, inquebrantables e inamovibles, son nuestras guías y actuamos con programas basados en esas creencias. Las mismas rutinas de siempre, los mismos comportamientos, y claro, los mismos resultados…
Puedes ser fan de un equipo o de otro, eso determinará que veas un penalti o que no veas nada. Puedes creer en Dios o ser ateo, eso determinará lo que haces los domingos o cómo educas a tus hijos. ¿Lo ves? no se trata de la realidad, se trata de «tu» realidad la que tú ves a través del filtro de tus creencias, de tus programas… Se ha escrito muchas veces, no vemos el mundo como es, lo vemos como somos nosotros.
Al final, la cuestión de todo esto es: ¿cuál es tu “sistema operativo”?, ¿con que programa y rutinas estás funcionando?, ¿te están proporcionando satisfacción, dinero, tranquilidad y bienestar, o todo lo contrario? Porque a cada uno le va la vida como le va, a unos bien o muy bien y a otros mal o muy mal. Pese a compartir tiempo y espacio comunes, las personas logramos resultados muy diferentes, y es evidente que se debe al «software» que cada cual ha ido instalando durante su vida.
Si a ti no te va la vida como querrías, ve considerando seriamente en hacer un «reset», una nueva instalación y un reinicio. A veces no es una opción, es la única alternativa.
Pero… ¿se pueden cambiar hábitos y creencias dañinas o perjudiciales por otras nuevas y provechosas? La respuesta es sí, se puede, pero no es fácil, ni sencillo, ni rápido, y necesitas ayuda, herramientas y un mentor que te guíe.
Aquí te dejo la lista de lo que necesitas para el viaje:
- Un buen motivo. Sin motivo no hay motivación, los motivos que te llevan a la acción.
- Un objetivo. Tienes que saber a dónde vas, qué pretendes conseguir. Y tiene que ser algo muy concreto y medible.
- Un buen plan. Los mejores planes se escriben y desarrollan en hojas de metas.
- Tiempo para realizar las acciones y lograr tus planes. En otras palabras, un buen planificador.
- Un acompañante, un guía, tu «personal trainer» que evite que hagas trampas o que tires la toalla a la primera (o a la segunda). Recuerda que la gente no fracasa, sencillamente abandona.
- Lo otro, tenacidad, disciplina, cambio de hábitos y de creencias, y una serie de cualidades imprescindibles que necesitarás para poder alcanzar tu cima, las irás adquiriendo y desarrollando durante el proceso, durante tu viaje fuera de la zona de confort.
Ya sabes, todo el mundo quiere cambiar, pero nadie quiere el cambio. Queremos alcanzar el cielo, pero eso sí, sin morirnos. Nos negamos a aceptar que para renacer, primero debemos morir, aunque sea un poco…
Y tú ¿has renacido alguna vez o sigues viviendo en tu maletero? si tienes tu historia cuéntanosla, seguro que inspirará o otros que desearían hacer ese viaje.
