Del libro de David Menasche – La lista de prioridades: Un profesor en busca de las grandes lecciones de la vida» type=»center»]Cuando un tumor cerebral le arrebató la parte de la visión, la memoria y la capacidad de enseñar, decidió utilizar uno de sus recursos didácticos favoritos, la lista de prioridades, para replantearse lo que de verdad importa en la vida, y concluyó que lo verdaderamente importante es la huella que dejamos en los demás.
Del libro de David Menasche
Ya ves, cuesta creerlo y sin embargo es la pura realidad. Llevo algunos años hablando con personas sobre sus metas y objetivos, preguntando sobre sus prioridades y sobre lo que quieren conseguir en la vida. Y he descubierto que las personas no tenemos costumbre de pensar en esas cosas, como si no fuese cosa nuestra o no fuese importante. Cuando pregunto no suele haber una respuesta clara, les veo realizar una introspección, una búsqueda interior; cuando las cosas no están claras hay que escudriñar, éstas no son preguntas frecuentes, «¡vaya cosas pregunta éste!». Otros responden cosas vagas, abstractas o intangibles como: tener dinero, la familia, o la salud, así, a lo grande y en una sola pieza.
Me gusta curiosear sobre lo qué están haciendo «concretamente» para cubrir o atender esas prioridades, y la respuesta suele comenzar con un «Es que…» y suele finalizar con cosas como «no es el momento, no tengo tiempo…» Solemos quejarnos de no tener tiempo para atender a la familia, a los hijos, a nuestras aficiones, o para ir al gimnasio y cuidar la salud. Algunos no cumplimos dietas y andamos con algo de sobrepeso, colesterol o hipertensión. Y en materia de dinero ni hablemos, nadie parece tener el suficiente, algunos me cuentan que no llegan a fin de mes, o que pagan la nómina de sus empleados pero que ellos no cobran, que no les llega.
Si te fijas bien verás que, por lo que parece, creemos que tenemos prioridades, pero en realidad lo que tenemos son deseos. Y eso es algo sustancialmente distinto. Sobre todo si ese deseo o necesidad debe satisfacerlo alguien o algo externo, como un golpe de suerte, el gobierno, o un milagro (que me toque la lotería). Por eso, es fácil comprobar que no acostumbra a existir mucha coherencia entre lo que las personas «decimos» y lo que «hacemos». Y es que el deseo sin acción no consigue resultados, se queda en intención, y eso suele provocar frustración y sufrimiento.
Y es que cuando las cosas son genéricas y no son específicas, el cerebro no percibe el fin, no ve acciones claras a acometer. Literalmente “no ve”. Y el cerebro necesita un destino claro y la ruta, o no hay acción. Si no ve el mapa no puede ponerse en marcha (ver artículo del blog «Entiende cómo funciona tu mente para entender cómo funcionas tú»).
Realmente no puede ver la foto de «la salud», porque no es nada concreto o real, y no puede ejecutar acción, no sabe cómo. En realidad «la salud» para el cerebro no significa nada. Cosa muy distinta sería jugar al tenis todos los martes, eso sí que puede visualizarlo el cerebro. Y sabe cómo hacerlo, en lugar de una idea general, eso sí es algo concreto. Queremos cosas pero no son concretas y en consecuencia no tenemos planes para lograrlas, tan solo esperamos que ocurran porque sí. Y esa es la cuestión, los planes, o metas. Conozco muy poca gente que tenga metas. Me refiero a metas escritas con acciones y con fecha, claro, no a sueños vagos ni a deseos.
Y la paradoja es que sin un deseo concreto y específico, no puede existir una meta, y sin una meta no hay un plan, no hay acciones que planificar. Y en consecuencia no pueden existir prioridades.
La mayoría de personas no conoce la diferencia entre «tener el deseo de tener tiempo (vaguedad absurda, ¿cuándo?, ¿cuánto?) para estar con la familia», y tener un plan, un horario, o cosas concretas con día y hora para hacer conjuntamente. Confundimos deseos y necesidades con prioridades, que creemos tener, pero que en realidad no existen.
Mi abuela ya me lo decía cuando era bien pequeño:
Obras son amores y no buenas razones
Y sin metas ni prioridades las agendas están vacías (o contienen citas o reuniones a lo sumo), pero no planes. Entonces, ante la ausencia de prioridades propias, nuestro tiempo lo llenan las urgencias y prioridades de los demás, de paja en lugar de grano, con frecuencia de insatisfacción, y entonces no podemos sentir el logro ni la realización de alcanzar nuestros objetivos superando retos de la vida, solo vamos pasando, pero carecemos de dirección.
En pocas palabras, si te paras a pensar y te das cuenta de que no puedes priorizar es, sencillamente, porque no tienes prioridades.
Este podría ser un proceso simple de prioridades:
- Acostumbrarme a Planificar y atender mis prioridades en lugar de las urgencias y peticiones de los demás.
- Mis prioridades son las acciones concretas para el logro de mis metas que me llevan a conseguir mis objetivos, mis deseos o mis sueños.
- Mis objetivos y mis metas, ya sean empresariales o personales, son cosas muy concretas desarrolladas en planes de acción, no simples deseos.
Además, para que podamos darles ese nombre deben ser SMART (eSpecíficas, Medibles, Ambiciosas, Retadoras y Temporalizadas), eso y no otra cosa es lo que separa una meta de un simple deseo. Parece evidente, de sentido común, pero ya ves lo que ocurre, el 98% de las personas carece de prioridades reales por las que ordenar su tiempo que es el auténtico significado de «priorizar». Y el tiempo nunca se detiene.
¿Qué sabes tú de esto? Deja tu opinión en el blog.
Foto: La vida secreta de Walter Mitty
2 comentarios en “La mayoría de personas carece de prioridades en la vida”
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