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New Deal - 73 - Por qué necesitas un entrenador personal

Por qué necesitas un entrenador personal

¿Necesitas un entrenador personal en tu negocio y en tu vida?

Tal vez creas que ya va siendo hora de mejorar tus resultados empresariales y también lo que consigues de la vida.

Dime, ¿te atreverías a salir a mar abierto en un velero y perder de vista la costa sin tener la menor idea de navegación?

¿Te adentrarías en la selva o en el desierto sin conocer nada de ambos entornos?

Supongo que tus respuestas, a menos que seas un loco o un temerario, serán que no, que no lo harías. Eso mismo es lo que pienso yo.

Las razones son evidentes, la primera es que yo no sé orientarme en el mar, ni en la selva ni en el desierto. Además, no conozco esos lugares para moverme con garantía de éxito en ninguno de los tres casos. Por tanto, está claro que mi primera razón es que, no sé.

En segundo lugar, aunque hubiese leído algún libro al respecto o hubiese asistido a un curso, lo cierto es que no lo haría porque no tengo experiencia en ninguno de los tres medios descritos. Por tanto, también está claro que mi segunda razón es que, nunca antes lo he hecho.

Y, en tercer lugar, me da miedo. Sí, así de simple, una cosa son las películas de héroes y otra es la vida real. Las probabilidades de sufrir daños irreparables e incluso de morir en cualquiera de los tres casos son realmente elevadas. Así pues, mi tercera razón es que, me da miedo.

Cuando nos enfrentamos a algo que solo conocemos “en teoría” y en lo que no tenemos experiencia porque nunca antes lo hemos hecho, nuestro cerebro “dispara su sistema automático de autoprotección o de supervivencia, si prefieres esa palabra.

La manera de funcionar del cerebro es que, ante un reto, puede imaginar, y de hecho lo hace, consecuencias desastrosas, es decir, monta una película llena de desastres, de todo lo malo que puede ocurrir, y que nuestro inconsciente puede ver perfectamente. La visión de esa película genera las correspondientes emociones de peligro. Y esas emociones, generan una respuesta corporal prevista y programada, sentimos miedo. La película es imaginada, pero el miedo es real, podemos sentirlo en nuestro cuerpo.

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Por tanto, si no sabemos, no tenemos experiencia, y nos da miedo, tenemos todos los números para fracasar; Peor aún, para ni tan solo intentarlo. Jamás saldremos de puerto.

Otra forma de decir lo mismo, es decir que nunca abandonaremos nuestra zona de confort. Nuestra zona de confort es aquella en la que podemos ver la costa, donde todo el entorno nos resulta conocido, donde sabemos que, tan solo estirando el brazo, está el borde de la piscina. Es esa zona donde casi todo nos resulta insoportable, pero donde nos hemos “acomodado”. Ya sabes:

Virgencita que me quede como estoy

No es necesario vestirse de Indiana Jones, ni que nuestro reto sea escalar el Everest, este mismo protocolo, este patrón inconsciente de comportamiento, funciona, todos los días y todas las horas del día en los ámbitos más minúsculos de nuestra vida. Me refiero por ejemplo a cosas como confiar en una persona, delegar, descolgar el teléfono y llamar, o a cosas tan simples (en teoría) como decir “no”.

El problema es que todas aquellas cosas que realmente deseamos, están fuera del puerto, los grandes peces nadan en aguas abiertas y a profundidades considerables.

Y claro, si no tenemos barco, no sabemos navegar y además nos da miedo, jamás pescaremos peces grandes, por mucho que los necesitemos o los deseemos. Así es la vida.

Pero supón que recibes la formación adecuada sobre cómo moverte y sobrevivir en esos medios hostiles, que realizas prácticas en las que vas aumentando tu nivel de competencia hasta que dominas el medio y los recursos necesarios. Supón que, pese a que respetas a esos entornos y al reto o peligro que sabes que representan, te ves capaz y te motiva enfrentarte al desafío de ir más allá, de superar tus límites, de partir para conseguir tus deseos o tus sueños.

Porque, ¿sabes? ¡todos tenemos límites! Nuestros límites comienzan donde nuestras piernas se niegan a caminar, o donde nuestra mano se niega a descolgar el teléfono, a abrir una puerta, o donde nuestra boca se niega a decir lo que nuestro corazón o nuestra cabeza saben qué deberíamos decir…

Y, sin embargo, esos límites no existen en el mundo real, son auto-impuestos, tan solo existen en nuestro interior, es lo que algunos llaman “el techo de cristal”. Lo llaman así porque es muy fácil de romper, aunque no podamos hacerlo solos por las razones ya aducidas.

La prueba de lo afirmado en el párrafo anterior es que otros lo hacen. Hay gente que toda su vida la ha pasado navegando, en la selva, o en el desierto, son sus medios naturales.

Y la cuestión, la gran cuestión, es que, sea lo que sea imposible o incómodo para ti, lo cierto es que así es como lo ves, imposible de realizar. O, si lo prefieres, lo ves muy complejo, difícil, o incómodo. Ya sabes, lo de “ahora no es el momento”. No es que no lo veas claro, es que “no lo ves”.

Y nadie hace planes para lograr aquello que teme, que no sabe cómo se hace, o que no sabe ni tan solo por dónde empezar. Nuestro cerebro descarta automáticamente tales cosas.

¿Qué hace la gente sensata cuando va de vacaciones a lugares desconocidos o peligrosos?

Pues hace lo correcto, buscarse un guía. Un guía es un acompañante experto que sabe moverse en su territorio y buscar y proveer los recursos necesarios para tu bienestar y tu seguridad.

Pero ¿qué hacemos cuando lo que queremos va más allá de una excursión, o de experimentar emociones en un ambiente controlado y seguro? ¿Qué hacemos cuando lo que realmente queremos es ser autosuficientes para triunfar solos en una materia?

Pues la respuesta parece evidente, necesitamos un entrenador personal, alguien que nos acompañe y enseñe a saber, a hacer y a ser, cuanto necesitemos saber, hacer y ser para lograr nuestro reto, para romper nuestro techo de cristal. Alguien que ya haya estado allí, que esté de vuelta de donde nosotros queremos ir.

Puedes encontrar entrenadores personales en cualquier materia que te propongas. Existen en los gimnasios, para correr maratones, para escalar, o para saltar en paracaídas, por poner algunos ejemplos. Gente que son profesionales en esas materias y que te pueden ayudar a desarrollarte en ellas para lograr tu meta o tu deseo.

Y la pregunta importante: ¿Existen entrenadores personales en el mundo de los negocios?

Pues lo cierto es que sí, que también existen profesionales que te pueden ayudar en esos ámbitos de desarrollo, tanto del profesional como del personal.

Pero debes tener cuidado. Los libros o la formación te aportarán conocimientos teóricos, pero ese es solo el primer paso. Existe una gran diferencia entre “saber navegar” y estar en el mar, en medio de una tempestad, con olas de 8 metros, no es la misma cosa.

Si quieres un buen entrenador personal para tus negocios y para tu vida, mi consejo es que te busques uno bueno, y los buenos no son baratos. No lo son por la sencilla razón de que no necesitan serlo. Nadie vende a 100 lo que puede vender a 1000.

¿Seguirías una dieta “infalible” que te acaba de facilitar un doctor obeso? ¿Te apuntarías a unas clases baratas sobre cómo hacerse rico donde quien te explica lo que tienes que hacer no es rico? Pues eso. Médico, cúrate a ti mismo.

Y aunque parezca evidente, por alguna extraña razón, tenemos tendencia a querer ahorrar en las cosas importantes, nos encanta creer en milagros antes que pagar lo que valen las cosas. Así es como funciona la mayoría, nos gusta creer lo que nos conviene creer. O lo que creemos que nos conviene.

Si te estás planteando crecer, mejorar, o superar lo alcanzado tanto en el terreno profesional como en el personal, te sugiero que sigas estas sencillas reglas:

  1. Asegúrate de que tu entrenador sea un auténtico profesional. Para mí, un profesional es el que vive de su profesión. Y para eso tiene que tener clientes que pagan por sus servicios y los recomiendan. Y para que eso ocurra, sus clientes tienen que lograr resultados. Cuidado con los gurús que venden promesas envueltas en humo.
  2. Infórmate sobre su experiencia: ¿Lleva unos meses o lleva años de oficio? ¿Tiene los sistemas y herramientas adecuadas o solo grandes palabras? Pide hablar con algunos de sus clientes, pide referencias. O acaso te dejarías operar del corazón por alguien que esté en prácticas.
  3. Obsérvale a él o a ella y a su entorno ¿te recibe en sus oficinas, en un hotel, o en un bar? ¿Crees que es la persona adecuada para tu desarrollo? ¿Está cualificado, certificado, o titulado para ejercer? En definitiva, ¿te inspira confianza?

Y ahora, si ya tienes tu sherpa, tu mentor, o tu “personal trainer” de confianza, es el momento de partir, de atarte a su cuerda para llegar a lugares desconocidos, para superar tus miedos y tus límites, para ir más allá.

O si lo prefieres llámame y hablamos, esta cosa tan bonita es mi oficio, esto es lo que hago. ¿Te vienes?

Puedes dejar aquí tus comentarios y experiencias al respecto. ¿Te atreves?

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Fermín Lorente

Fermín Lorente

Experto en mejorar RESULTADOS EMPRESARIALES. Formador en organización empresarial y en liderazgo. Fundador de New Deal.

4 comentarios en “Por qué necesitas un entrenador personal”

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