Comportamientos previsibles.

¿A qué hora suena tu despertador? Sea la que sea, tu despertador lo sabe. Y si usas tu teléfono como despertador, como hago yo, también lo sabe tu proveedor de internet y, a partir de ahí, casi cualquiera que desee saberlo.

¿Qué haces al despertarte cuando pones un pie en el suelo? Porque, si te fijas un poco, siempre haces lo mismo, la misma rutina de cada mañana, exactamente lo mismo.

¿Por qué camino vas al trabajo? Fácil, ¡por el de siempre!, ¿cuál si no?

Tus rutinas, como las mías, ya están hechas, llevan mucho tiempo funcionando para nosotros y con nosotros. Aunque apenas seamos conscientes de eso, durante años hemos ido construyendo y perfilando nuestras propias rutinas. Ahora, una vez “instaladas” son ellas las que nos dirigen a nosotros. Nos hemos fusionado, nuestras rutinas y nosotros somos lo mismo. Somos lo que hacemos, y hacemos lo que somos.

Más del 90% de las decisiones que tomamos diariamente, son decisiones inconscientes, patrones de comportamiento previsibles.

Sin hábitos y rutinas no podríamos funcionar, no podríamos vivir, nos bloquearíamos. Imagínate que cada minúscula decisión necesitase una pequeña reflexión y una posterior decisión. ¿Me levanto o no me levanto?, ¿a qué hora?, ¿desayuno o no?, ¿dónde?, ¿qué?, ¿dónde voy?, ¿qué hago?, ¿azúcar o edulcorante?, ¿con gas o sin gas? ….  ¡Buf, que agobio!

Afortunadamente todo eso ya está resuelto. Con el tiempo hemos ido configurando una serie de preferencias y elecciones que hemos automatizado. Para que la elección ya no sea un proceso consciente que nos robe tiempo, lo hemos pasado a la mente inconsciente para que ella se ocupe de las tareas menores mientras nosotros trabajamos, conscientemente, en temas de mayor envergadura e importancia. O al menos, así debería ser.

Nuestros hábitos o rutinas, configuran nuestro comportamiento habitual (lo que hacemos y cómo lo hacemos) y, por consiguiente, lo que logramos en la vida.

Además de las rutinas físicas que determinan, por ejemplo, nuestro ritmo al caminar, nuestra manera de saludar, nuestra forma de comer, de trabajar, de contestar el teléfono, o de tomar un café: cómo, cuándo, cada cuándo, dónde, con quién… los humanos también tenemos rutinas mentales.

Las rutinas mentales son nuestros patrones de pensamiento, nuestra forma de pensar.

Al igual que hemos ido configurando una forma de movernos por el mundo a base de aprender, repetir y fijar, un modo o forma de hacer, sin darnos cuenta de ello también hemos ido configurando nuestra manera de pensar, los procesos habituales de funcionamiento de nuestro modo de razonar.

Por tanto, nuestra mente consciente, nuestras decisiones, están totalmente condicionadas por nuestros procesos de pensamiento inconscientes.

Siempre que razonamos iniciamos un proceso de condicionamiento mental.

El proceso de condicionamiento mental es aquel en el que nuestros planteamientos conscientes se ven influidos por procesos inconscientes que acaban determinando nuestra decisión. Es decir, nuestras decisiones “conscientes” tal vez sean mucho menos conscientes de lo que creemos. Veamos un ejemplo:

Imagina que me pongo a trabajar en una campaña de captación clientes para mejorar los resultados de mi empresa.

Imagina que mientras voy diseñándola, mi dialogo interior me va diciendo cosas como: “No sé si lo lograré, será muy difícil, mis precios son caros, yo no estoy preparado, no se vender, no tengo tiempo, la competencia es más grande” …

¿Puedes imaginar el resultado? Es fácil, ni siquiera acabaré de diseñar mi campaña. Me convenceré a mí mismo de que no va a funcionar y ni tan solo haré la primera acción.

Las consecuencias son previsibles: no habrá acción y no habrá resultados, ni clientes, ni ingresos.

Por supuesto que el proceso de condicionamiento mental también puede ser positivo, en cuyo caso, acabaré la campaña, la pondré en marcha, saldré a la calle y conseguiré clientes.

Las rutinas del pensamiento determinan la acción, y con ella, los resultados.

Si observas un poco a tu alrededor, te darás cuenta de que hay gente que siempre llega puntual, mientras que otros siempre llegan tarde. Que unos hablan mucho, mientras que otros apenas abren la boca. Que unos acostumbran a mandar, y a otros obedecer. Unos son tercos y obstinados, y otros fáciles de convencer, con poco criterio propio. Y así infinidad de comportamientos que se repiten hasta la obviedad.

Todos esos comportamientos son habituales y, por tanto, fácilmente previsibles.

Es fácil prever que “fulano” que nunca entrega las cosas a tiempo, tampoco lo hará hoy, pese a que se haya comprometido.

Los expertos saben que, mientras que la mente racional (o consciente) está para reflexionar y decidir; la mente irracional (o inconsciente) existe para automatizar las tareas repetitivas, secundarias o menores.

El problema surge cuando cedemos a la mente inconsciente tareas y responsabilidades que son competencia exclusiva de la mente consciente, cuando reaccionamos inconscientemente en lugar de elegir conscientemente.

Ahora las máquinas ya leen nuestras rutinas y comportamientos, sean conscientes o inconscientes.

Todo queda registrado. A qué hora te conectas, desde qué aparato y desde dónde, a qué redes sociales, el tiempo de navegación, qué cosas te gustan o te disgustan, dónde te paras a leer (aunque no muevas el ratón), cuántas veces miras tu correo al día…

Si tienes un Smartphone, probablemente te hayas dado cuenta de que “sabe” que por las mañanas llevas los niños al colegio. También sabe dónde vives (casa) y dónde trabajas (trabajo) y que cada día te desplazas, a una hora determinada, por una ruta determinada, de casa al trabajo.

Y probablemente te lo recuerde, te ofrezca la mejor ruta a seguir, y te informe del estado del tráfico.

Si los miércoles por la tarde realizas una actividad habitual, también lo va a registrar como un patrón repetitivo, una rutina más. Y si llevas un reloj inteligente, ya hay una base de datos con tus horas de sueño, tu ritmo cardíaco por días y horas y tu salud.

Saben lo que compramos (y por tanto lo que comemos), cómo pagamos, nuestro saldo en el banco, en qué gastamos nuestro tiempo y nuestro dinero para el ocio, qué buscamos en internet (nuestras preferencias), qué leemos y en qué medio (nuestras opciones políticas), nuestros gustos…. En definitiva, saben quiénes somos y qué hacemos.

Y lo saben mejor que nosotros mismos.

El lado bueno de todo esto, es que antes de lo que piensas podrán ofrecerte un análisis de tu comportamiento, un análisis transaccional de ti mismo. Esto puede ayudarte a tomar consciencia de ti mismo y de tus comportamientos para ayudarte a mejorar lo que haces y lo que logras en la vida.

El lado malo es que pueden manipularnos. Bueno que quede claro, ya hace años que nos manipulan por todos los medios y canales, la diferencia es que ahora, en lugar de manipularnos masivamente, lo harán a la carta, de forma personal. Ya tienen los medios, ya nos conocen.

Si pueden conocer y almacenar nuestras rutinas inconscientes, también pueden enviar mensajes conscientes a nuestro inconsciente.

Pueden “ayudarnos”, por ejemplo, a… ¿comprar?, ¿opinar?, ¿decidir?, ¿votar?, ¿pensar?… qué miedo ¿no?

La buena noticia es que, si ellos pueden, también puedes tú.

Ahora, llegados a estos niveles de intimidad, tengo una pregunta difícil para ti:

¿Quieres vivir una vida determinada por tus propias elecciones libres y conscientes, o prefieres dejar esa responsabilidad a tu mente inconsciente y que sean otros quienes decidan por ti?

Si quieres vivir “una vida cómoda” no tienes que hacer nada, solo dejarte llevar, relajarte y disfrutar del viaje, ya te irán informando de lo que tienes que estudiar, de dónde tienes que trabajar y de cuántos impuestos tienes que pagar. Está todo previsto.

Si eliges vivir una vida que sea tuya, donde puedas elegir lo que quieres y lo que no quieres, con quién quieres estar y qué quieres hacer, bienvenido al camino difícil:

• El camino difícil te lleva a la consciencia, de ti mismo y de tus circunstancias.
• La consciencia te lleva a elegir tus metas y objetivos en la vida, lo que quieres ser, hacer y tener.
• Tus metas conllevan prioridades (en tu trabajo y en tu vida) y sus planes de acción.
• Las acciones requieren de un tiempo determinado para realizarlas. Un día y una hora en la que actuar. Eso se llama “planificar”.
• No olvides que, si tus comportamientos son previsibles, tú eres previsible, y tu vida también.

Mi trabajo consiste en acompañar y ayudar a las personas a mejorar su productividad, sus resultados y su organización, a fijar metas y objetivos profesionales y personales, a priorizar, a mejorar sus habilidades y competencias, a mejorar sus procesos de pensamiento y su actitud para que puedan hacer lo que tiene que hacer para lograr lo que desean lograr.

Y, para despedirme, dos últimas preguntas: ¿necesitas ayuda?, ¿quieres ayuda?

Tengo las herramientas para solucionar la mayoría de problemas y deseos de las personas, el método, y la experiencia de años. Y montones de testimonios de personas que lo confirman.

¿Hablamos?

Ya sabes, puedes escribir más abajo tus comentarios o lo que pienses al respecto.