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New Deal - 47 - La única misión de los niños hasta los 7 años debería ser jugar

La única misión de los niños hasta los 7 años debería ser jugar

Las redes sociales están que arden con el cambio que se está llevando a cabo en el modelo educativo actual. En estos días, numerosos padres y madres han estado muy ocupados en la busca y captura de la escuela que se adapte al sistema educativo que desean para sus hijos, conscientes de que esa elección impactará de forma importante en su futuro. Eso, además de la educación que reciban en casa, por supuesto. Pero es de suponer que a quien le preocupa una cosa, también le preocupa la otra, que una cosa es formar y otra muy distinta es educar.

Si tú no te has enterado, o no sabes de que hablo, es seguramente porque no tienes niños pequeños, pero sin duda también te afecta a ti este artículo, aunque ya haga años que hayas dejado de ir a la escuela.

Nadie discute que nuestro país no está precisamente liderando el modelo de formación y de desarrollo escolar, más bien lideramos la parte inferior de la tabla. El abandono escolar o el fenómeno «ni-ni», por citar algún ejemplo, muestran el abismo que existe entre la formación y la aplicación de ésta en la vida. Estudiar ¿para qué?, si no hay garantías de su aplicabilidad y de ganarse la vida.

Seguro que, si tienes hijos pequeños, tampoco se te escapan otros modelos de escolarización, otros sistemas.

Volviendo a las redes, unos de los modelos que se repite sin cesar es el finlandés, donde los niños comienzan a ir a la escuela tarde, no tienen deberes, tienen muy pocas tareas extraescolares y, sin embargo, están a la cabeza en cuanto a aprendizaje y resultados.

La inquietud de los padres y también de los educadores, cada vez de mayor número de ellos, está haciendo resurgir modelos veteranos como el método de María Montesori, la pedagogía Waldorf o la visión de Emmi Pikler entre otros, que están cobrando de nuevo relevancia. Todo esto está sirviendo como marco para nuevos planteamientos en el sistema educativo actual. Nuevas formas coherentes y útiles de formar, palabra que significa «dar forma» y que lleva implícito un «para qué» en el que están basadas las expectativas de futuro de padres y madres: para que esté preparado, para que se gane la vida, para que le vaya bien, para que sea feliz…

La gran cuestión, lo que se cuestiona y está en debate, es el cambio total de un sistema educativo que, vamos a decirlo así, funciona poco; por otro que sí está funcionando y que lo lleva demostrando hace años.

El viejo sistema educativo

Hasta hoy en día, nuestro sistema tradicional, el que todos hemos conocido, está estructurado en asignaturas, en estudiar y memorizar para pasar las pruebas y exámenes como método de evaluación del aprendizaje realizado por los alumnos. No me voy a extender en esto, no es necesario que te explique lo que tú ya sabes y has vivido en mayor o menor medida.

El nuevo sistema

Lo que los padres debaten en las redes y tiene eco en los medios sobre el nuevo sistema que se está comenzando a aplicar en algunas escuelas, es que son sistemas abiertos, flexibles y adaptados al ritmo de aprendizaje e intereses del alumno.

Todo esto quiere decir que se acaban las asignaturas y se trabaja por proyectos conjuntos, que se juntan en una misma clase alumnos de diferentes edades, que no hay deberes o hay muy pocos, y que los alumnos tiene un grado importante de libertad en cuanto a sus elecciones.

Existen defensores tanto de un modelo como del otro. Y seguro que todo el mundo tiene razón (cada uno las suya, claro) para definirse o apoyar uno u otro sistema.

Y lo cierto es que, objetivamente, existen razones para defender ambos. Es así porque numerosos científicos de este país están dando clase en las más prestigiosas universidades del mundo occidental y porque son también numerosos los premios y los avances conseguidos por nuestros científicos. Y eso es prueba de que el sistema funciona, al menos con algunos…

Pero la pregunta clave que todo padre y madre responsable debería hacerse es la siguiente: ¿Las razones que han llevado a triunfar a esas personas se deben al modelo educativo, a la educación familiar o se deben a cuestiones genéticas o a personas dotadas de capacidades especiales?
Es decir, ¿el éxito es del modelo o de la persona?

Existe una manera fácil de comprobarlo, y es mirar la cantidad. Y cuando echamos mano de las estadísticas, nos damos cuenta enseguida de que son muy pocos los que se salen por arriba, y en cambio muchos los que se descuelgan en la parte baja de la tabla. Podemos afirmar por ello que el éxito es de las personas y no del modelo.

Bien, llegados aquí, ya no voy a hablar más de eso. Quien quiera saber más que se informe, si ahora existe algo de lo que hay exceso es de información.

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Lo que sí voy a hacer, porque puedo aportar bastante luz y experiencia por mi oficio, es hablar de los resultados de los estudios tradicionales en la vida actual de los adultos. Qué está pasando ahora, cómo les está yendo la aplicación práctica de la formación recibida.

Hasta ahora nos hemos educado estudiando asignaturas: matemáticas, geografía, historia… Los nombres de las asignaturas han ido cambiando, pero el contenido no parece haberlo hecho mucho, al menos en el fondo. De lo que se trata, es de meter información, cuanta más mejor, en la mente de los alumnos. Y para comprobar eso, se inventaron los exámenes que miden la información que existe en la mente de un alumno.

Pero francamente, yo no recuerdo haber aplicado ecuaciones de segundo grado en mi vida, y pocas veces las raíces cuadradas. Tampoco me ha servido nunca la lista de los Reyes Godos que me hicieron memorizar, ni todos los cabos, golfos y ríos de Europa que también tuve que aprender de memoria. Ojo, no digo que no sirva, digo que a mí me han servido de muy poco, que es algo muy diferente.

Pero ocurre, y esto sí es muy importante, que en mi trabajo trato a diario con empresarios y empresarias. Y puedo darme perfecta cuenta de que el sistema conceptual, el sistema de meter conceptos en la mente de las personas, en líneas generales, NO FUNCIONA. Resulta que la gente «cree» que sabe cosas, pero en la mayoría de los casos no es una realidad, tan solo es una creencia.

Son conocimientos teóricos y, cuando la gente trata de ponerlos en acción, se dan cuenta de que no saben, de que no pueden. Existe una enorme brecha, inmensa, entre lo que «sabemos» y lo que sabemos hacer. Creemos honestamente que lo sabemos porque esa información existe en nuestra mente, pero ocurre que solo es teoría, no es experiencia y, por tanto, nunca antes lo hemos hecho, realmente no sabemos.

En algún momento se separó el conocimiento práctico, con su aplicación, del conocimiento teórico o conceptual. El resultado: muchísima gente no sabe resolver sus propios problemas en la vida, y empresarios y empresarias a los que no les va bien el negocio, o la vida, o ninguna de las dos cosas, tampoco parecen saben aplicar una solución práctica, que funcione.

Paradójicamente, nunca ha habido tanta gente dando consejos de éxito a los demás (solo hay que asomarse a las redes sociales) pero tampoco ha habido nunca tanta gente incapaz de aplicar el sentido común. Todos somos, o pretendemos ser, gurús de salón. Queremos vender a los demás lo que no nos funciona o no nos aplicamos a nosotros mismos. Nunca ha sido más cierto que ahora lo que decía mi madre de consejos vendo y para mí no tengo.

En mi opinión, la crisis, la nuestra, que es más larga y profunda que la del resto del mundo, está directamente relacionada con nuestro modelo de educación, con nuestra cultura.

De repente, un día dejamos de jugar, de aplicar el concepto a una acción, y nos quedamos en el modelo conceptual. Y nos perdimos en la teoría.

¿Qué cómo lo sé? Pues te diré que lo veo a diario: basta con preguntarle a alguien lo que quiere, para que te responda con «ambigüedades conceptuales» (ser feliz, tener dinero, mejorar, tener salud) en lugar de cosas concretas.

Lo sé porque cuando pregunto a la gente qué significa «mejorar» se quedan pensando (realmente nunca antes se habían respondido a esa pregunta) y sueltan lo primero que se les pasa por la cabeza, como por ejemplo «aumentar facturación». Y si sigo preguntando cosas concretas, por ejemplo «¿cuánto?» vuelven a pensar y responden de nuevo ambigüedades como un 20 o un 30%, pero así, como el que echa la carta a los reyes. Y cuando finalmente les pregunto cómo lo van a hacer, cuál es su plan, se hace el silencio. Quieren mejorar, lo desean, pero no saben qué, y tampoco saben cómo. Nunca antes lo han hecho, no tienen ningún plan. Y sin planes no hay dirección. Y sin dirección es normal que la gente se pierda en urgencias, y que no sepa qué es importante en su vida.

Y la gente, cuando está perdida, es normal que desee cosas como ser feliz, estar bien, organizarse, priorizar, o gestionar el tiempo. Cosas que, objetivamente no existen, o que solo existen en su mente y que no saben traducir ni lograr.

Por eso, es necesario no obligar a los niños a separar realidades tangibles, de entelequias conceptuales. Y la mejor manera de no hacerlo consiste en hacer prácticas, en trabajar por proyectos donde se aplican las ideas y se miden los resultados. Sobre todo, el resultado final. Y la mejor manera de practicar, donde se sublima el aprendizaje, se denomina «jugar».

Sabemos (lo he leído mil veces en las redes) que retenemos un 10% de lo que oímos, un 20% de lo que vemos, un 40% de lo que hacemos, y un 80% de lo que enseñamos a otros. ¿Lo sabemos? Pues yo creo francamente que no, que no lo sabemos. Si lo supiésemos haríamos algo con ello, en lugar de guardarlo en nuestra mente y creernos muy listos ¿estás de acuerdo conmigo?

El mundo ha cambiado, y se hace necesario cambiar con él. Toda la información está al alcance de la mano en menos de un segundo pero no sabemos qué hacer con ella, en qué y cómo utilizarla en nuestro provecho. Ya no es necesario memorizar. Ahora, lo realmente importante es desarrollar habilidades de cómo utilizar la información y los conocimientos, y la mejor forma de hacerlo es aplicarlo en un proyecto y aprenderlo mientras se hace. Es así como fijamos el «know how», como «sabemos hacer» de verdad.

La mente de los niños y niñas en la llamada época precognitiva (hasta los 7 años) es un tesoro que se debe modelar bien. Y el ser humano aprende imitando, así es como los niños aprenden a caminar y a hablar. Hasta esa edad no están preparados para el estudio, sino que lo están para el juego, la experimentación y el descubrimiento. Para algo que, cuando sean adultos sepan, y puedan aplicar.

¿Qué te parece?, ¿tiene sentido?, ¿estás de acuerdo o en desacuerdo? Escribe abajo tus opiniones o experiencia.

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Fermín Lorente

Fermín Lorente

Experto en mejorar RESULTADOS EMPRESARIALES. Formador en organización empresarial y en liderazgo. Fundador de New Deal.

1 comentario en “La única misión de los niños hasta los 7 años debería ser jugar”

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